Fecha de publicación: Jun 29, 2012 2:13:57 AM
El uso progresivo e inteligente de la devaluación de 2002 fue lo que Néstor Kirchner no hizo desde 2006.
Sin pagar un centavo del costo político y social de la medida, Néstor y su esposa Cristina terminaron haciendo un uso populista del colchón cambiario y competitivo creado, algo nada nuevo en un país que durante décadas había sido adicto a la política cambiaria y que en 1991 había renunciado a ella por ley, instaurando el 1 a 1.
El uso populista se manifestó en el simple sentido de sacrificar las posibilidades de un crecimiento sostenido en el largo plazo por maximizar las posibilidades en el corto.
Durante los primeros 2 años y medio de su mandato, con la economía manejada por Roberto Lavagna, fue un acto de justicia social comerse parte del colchón cambiario en paralelo a un importante reajuste de salarios y una extensión de las funciones asistenciales y previsonales del Estado.
Sin embargo, y desde 2006, el país comenzó a acumular año tras año una inflación anual en dólares cercana al 10%, que no hay economía integrada al mundo que pueda resistir en un marco de estabilidad global de precios y sin un incremento equivalente en la productividad de la economía local.
La extraordinaria mejora en los terminos de intercambio produjo efectos parecidos en la balanza de pagos a los de un salto en la productividad, pero localmente esa mejora de precio afectó principalmente al complejo agroexportador argentino, que no forma parte doctrinaria del modelo de empleo industrial peronista.
Agotada ya esa brecha de cambio, con superavit comercial en fuerte contracción, creciente déficit público, débil tasa de inversión, sin política de estabilización de precios y cobro forzoso de impuesto inflacionario, el sistema se torna inestable.
La mira busca rentas está encendida. La estatización del comercio exterior de granos será un recurso. La estatización de los depósitos privados sería un recurso del peronismo extremo, pero tampoco puede descartarse. Mientras tanto el gobierno, desesperado por dólares, seduce al capital concentrado internacional -sea privado o estatal- para que lo ayude a explotar el territorio: en el subsuelo, explotación por fractura para liberar shale gas; en la superficie, explotación por voladura de la cordillera y la meseta central patagónica, para liberar oro, cobre y demás metales.
Aferrados a mantener un poder político hegemónico, tratarán por todos los medios de patear al futuro la reorientación del camino elegido. Si les sale bien, el país intensificará su perfil de exportador de commodities, con alto riesgo ambiental y contaminación. Si les sale mal, el stop and go argentino explotará nuevamente en las vidas de los argentinos.
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