Fecha de publicación: Jul 02, 2014 2:40:39 PM
Eric Hobsbawm (texto) - Diego Parés (ilustración/sátira)
[A fines del siglo XIX] el mundo occidental avanzaba claramente hacia un sistema político basado en un electorado cada vez más amplio dominado por el pueblo común.
La consecuencia lógica de ese sistema era la movilización política de las masas para y por las elecciones. (...) Ello implicaba la organización de movimientos y partidos de masas, la política de propaganda de masas y el desarrollo de los medios de comunicación de masas (...) y otros aspectos que plantearon problemas nuevos y de gran envergadura a los gobiernos y las clases dirigentes.
Por desgracia para el historiador, estos problemas desaparecen del escenario de la discusión política abierta (...) conforme la democratización creciente hizo imposible debatirlos públicamente con cierto grado de franqueza. ¿Qué candidato estaría dispuesto a decir a sus votantes que los consideraba demasiado estúpidos e ignorantes para saber qué era lo mejor en política y que sus peticiones eran tan absurdas como peligrosas para el futuro del país? ¿Qué estadista, rodeado de periodistas que llevaban sus palabras hasta el rincón más remoto de las tabernas, diría realmente lo que pensaba? (...)
Nunca volverían a discutirse las posibles implicaciones de la democracia. (...) En lo sucesivo, cuando los hombres que gobernaban querían decir lo que realmente pensaban tenían que hacerlo en la oscuridad de los pasillos del poder, en los clubes, en las reuniones sociales privadas, durante las partidas de caza o durante los fines de semana de las casas de campo donde los miembros de la elite se encontraban o se reunían en una atmósfera muy diferente de la de los falsos enfrentamientos de los debates parlamentarios o los mítines públicos.
Así, la era de la democratización se convirtió en la era de la hipocresía política pública, o más bien de la duplicidad y, por tanto, de la sátira política.
Por suerte, ya nada de todo esto pasa hoy en día.