Ideas de Hans-Georg Gadamer, Lewis Mumford, Martin Heidegger y Murray Bookchin.
Gadamer opone dos visiones diferentes del tiempo, una perteneciente a la modernidad técnica y otra que según mi punto de vista podría tener que ver con la que habría en una sociedad orgánica como de la que habla Murray Bookchin.
Analizaré ahora la primera. El tiempo y el espacio son formaciones culturales que dirigen la acción práctica. En tanto nosotros vivimos en la modernidad y atravesados por el pensar técnico, la asimilación del tiempo al reloj, es decir cronometrar el tiempo, abstraerlo, nos parece de los más "natural", "normal", cuando en verdad es tan sólo una de las maneras de concebirlo.
Desde Lewis Mumford se puede decir que entre los s.XIV y XV se pasó desde la eternidad del tiempo y el infinito del espacio, a un espacio y un tiempo medidos, que deben ser empleados. Ese fue el inicio de la conquista del tiempo y del espacio.
Varios textos de la cátedra señalan al monasterio cristiano como el primer lugar en que la temporalidad y el hacer algo en determinado momento llevó a una fragmentación del tiempo (horas canónicas) y a la elaboración de una rutina diaria guiada por el momento del día. El reloj mecánico fue fruto de la vida del monasterio, que implicaba una regularidad rígida, similar a la necesaria en la producción capitalista. Esta idea del tiempo pronto traspasó las paredes del monasterio y se fue instalando en la sociedad, sobre todo entre las clases burguesas, quienes no tardaron mucho tiempo en darse cuenta de que, dentro de la producción capitalista, el tiempo es oro. Con el surgimiento de la modernidad, que cuantifica y mide todo, la idea del tiempo como una categoría a ser llenada con determinada actividad se hizo dominante y se naturalizó.
Claro que esa dominación no se logró sin el uso de la fuerza. Conocido es el proceso mediante el cual se domesticó a las clases populares a la disciplina necesaria para la producción capitalista, dentro de la cual el reloj y la concepción abstracta del tiempo jugo un papel principal. También conocidas son las resistencias que el pueblo presentó ante la obligación de un trabajo fijado entre límites temporales estrictos y abstractos, que se contraponían con sus ritmos de vida individual y social, como por ejemplo las fiestas. Así se pasó del reloj en el campanario de iglesia, al de la fabrica y su sirena, y luego al reloj en los bolsillos y muñecas de una masa organizada.
Pero en todo caso, esa idea mecánica del tiempo poco tiene que ver con lo natural del tiempo orgánico, tal como lo afirma Mumford. El reloj, que produce tiempo exacto, disocia al tiempo de los acontecimientos humanos y afirma la creencia en un mundo independiente de secuencias matemáticamente mensurables: el mundo de la ciencia. No hay muchos fundamentos para esta creencia en el tiempo exacto, independiente de la vida: los días tienen diferente duración, si uno se mueve en dirección este-oeste va cambiando el tiempo astronómico, los husos horarios lo demuestran, más allá de la hiperabstracción de la GMT, utilizada, por ejemplo, para fijar objetivos de guerra.
De todos modos vivimos en el tiempo abstracto y él pauta incluso funciones biológicas como cuándo comer o cuándo dormir mas allá del sentimiento de necesidad o no, cuando en verdad la vida tiene sus propias regularidades. Así vemos que ni siquiera el movimiento de la Tierra es un reloj muy bueno, de modo que los científicos ya no la usan para definir la unidad fundamental del tiempo mecánico: el segundo. Y qué tan poco regular en tiempo abstracto será la naturaleza, que para definir a un segundo los científicos occidentales se han tenido que complicar tanto que hoy lo definen como "la duración de 9.192.631.770 períodos de la radiación correspondiente a la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental de un átomo de cesio 133".
Según la idea abstracta, existe una interior infinitud tanto en la materia como en el tiempo. De aquel átomo indivisible que le enseñaban en la escuela a mi viejo, hoy se han descubierto no sólo protones, electrones y neutrones, sino múltiples partículas casi indetectables. Con el tiempo ocurre algo similar, y a este nivel aparece un ejemplo actual que ilustra claramente la relación tiempo-espacio que se produce con el advenimiento de la modernidad: hasta hoy, la fracción de tiempo más breve medida fue un pulso de luz de un láser que duró 30 femtosegundos (un femtosegundo es una milésima de billonésima de segundo). ¿Para qué usan los científicos estos pulsos de luz? Cómo cronómetros para estudiar cambios físicos y químicos sutiles como los movimientos de electrones y los componentes de las partículas de átomos cuando éstas son destruidas mediante aceleradores de partículas.
Como no distingue lo social de lo técnico, el hombre moderno al mecanizar el mundo se mecaniza a sí mismo. El tiempo considerado como una colección de horas, minutos y segundos, aparece como un espacio cerrado, puede dividirse, llenarse, incluso dilatarse mediante el invento de instrumentos que ahorran el tiempo.
La idea de tiempo como algo que debe ser llenado, aprovechado, me parece que tiene relación con el texto de Heidegger en la idea de que la esencia de la técnica des-vela todo como constante, reservas, mide y calcula, dejando a un lado el pensar que no mide. Creo que la idea abstracta de tiempo lo presenta en esa forma de "recurso" a ser usado, dividido, poseído, con lo que podría decir que no es más que una de las formas del des-ocultar técnico.
Existe una gran relación del tiempo abstracto con el trabajo abstracto. Siguiendo el texto de Murray Bookchin, la sociedad moderna entiende al trabajo como una actividad sin creatividad, abstracta y objetiva, ajena a la satisfacción humana y mensurada por el tiempo abstracto. Frente a esta visión del trabajo y del tiempo, estaría la idea de la sociedad libertaria, que yo identifico un tanto con la concepción que Gadamer insinúa hacia el final del fragmento, en la que el trabajo sería una actividad creativa, festiva, que hace un uso estético de los materiales; en palabras de Gadamer, "otra experiencia del tiempo del todo diferente (...) profundamente afín tanto a la fiesta como al arte (...), yo lo llamaría tiempo lleno , o también, tiempo propio.".