Ideas de Michel Foucault y Gilles Deleuze.
Hacia el s.XVIII aparece alrededor de las ciudades una nueva forma de producción que acumula la riqueza no solamente mediante fortunas monetarias, sino principalmente a partir de una materialidad no monetaria: mercancías, stocks, máquinas, oficinas, materias primas, mercancías en tránsito. Estas fortunas, a diferencia de la riqueza monetaria, estaban directamente expuestas a la depredación y el saqueo por parte de los sectores pobres de la población.
Por otra parte, en el mismo período se dio un proceso de modificación de la propiedad de las tierras en el campo. Se multiplicaron las pequeñas propiedades, desaparecieron los espacios desiertos y las tierras comunales y los propietarios de las tierras se vieron expuestos a numerosos pillajes de pobres desocupados y vagabundos que ya no contaban con los terrenos comunales para satisfacer sus necesidades mínimas.
Este doble proceso de transformación económica y social en el campo y la ciudad hizo que el gran problema del poder en la época fuese la instauración de mecanismos de control social que permitieran la protección de esa nueva forma material de la fortuna.
Para Foucault, éste es el motivo que dio origen a la Sociedad Disciplinaria y éste es el motivo por el cual en ese período se produjo una reforma y reorganización del sistema judicial y penal en muchos países de Europa. De una definición del crimen entendido como daño social, y del criminal como enemigo social que debe pagar el daño causado a la sociedad, en el s.XIX se pasó a una idea de penalidad que más que por la defensa de la sociedad se preoupa por "el control y la reforma psicológica y moral de las actitudes y el comportamiento de los individuos", idea a la que le corresponde una pena anteriormente casi no contemplada[1]: el encarcelamiento o la prisión. Para Foucault esta pena no tiene fundamento o justificación alguna al nivel del comportamiento humano y nació fuera de la justicia ya que es una idea policial.
Por lo tanto, esta transformación en la acumulación de la riqueza implicó de parte del poder un esfuerzo en controlar y vigilar las posibles acciones ilegales de los individuos[2]. Pero en esta tarea no sólo participa el sistema judicial, sino que también participan una serie de poderes laterales: la policía, instituciones psicológicas, psiquiátricas, médicas (hospitales y asilos), criminológicas (prisiones), y pedagógicas (escuelas). Trasladando el análisis a nuestros tiempos, habría que incluir dentro de estas instituciones (que pueden ser tanto públicas como privadas) a los medios de comunicación masiva.
Así nace lo que Foucault llama la edad de la ortopedia social ilustrada en la idea del panóptico, en la que existe una vigilancia constante que genera un saber (que es al mismo tiempo poder) sobre los vigilados, un seguimiento que analiza progresos o desviaciones, que premia o castiga, siempre en función de una concepción de la "normalidad".
Pero analicemos ahora las funciones que cumple el control institucional en la sociedad de la vigilancia:
por un lado, explota el tiempo de los hombres, para que se transforme en tiempo de trabajo, de producción. Pero no sólo el control del tiempo en el ámbito laboral, sino en su vida entera, controlando toda su economía.
por el otro, hacer que el cuerpo de los hombres se convierta en fuerza de trabajo, llevando una disciplina general de la existencia. Se pasa de una concepción de cuerpo hecho para ser castigado y atormentado (cuerpo como blanco de la represión penal) a una idea de cuerpo que debe ser formado, corregido, que debe capacitarse como cuerpo capaz de trabajar (cuerpo que no es castigado físicamente -al menos no tanto como antes- pero cuya alma es ahora juzgada (voluntad, motivaciones, de allí la individualización de las penas, los atenuantes)). Existe una tecnología política del cuerpo, que apunta a someterlo, calcularlo, explorarlo, desarticularlo, organizarlo, que intenta hacerlo “dócil”, sin necesariamente hacer uso de la coerción, utilizando métodos más sutiles, procesos menores que dan forma a una “microfísica del poder”, a una “anatomía política del detalle” como por ejemplo:
La distribución de los individuos en el espacio (la clausura y el encierro en un lugar heterogéneo -familia, escuela, cuartel, fábrica, hospital, prisión-, a cada individuo un lugar, emplazamientos funcionales, individuos intercambiables mediante el rango), que recorta segmentos individuales e instaura relaciones operatorias, tendiente a organizar lo múltiple y dominarlo.
El control de la actividad (que el tiempo medido y pagado sea tiempo puro, sin tiempos muertos; la elaboración temporal del acto, el tiempo penetra el cuerpo; correlación cuerpo-gesto como condición de eficacia y rapidez; articulación cuerpo-objeto; utilización exhaustiva del tiempo, la no ociosidad).
finalmente, la creación de un nuevo tipo de poder, polimorfo, polivalente, económico, pero también político y judicial (derecho a dar órdenes, establecer reglamentos, expulsar a algunos y aceptar a otros, derecho a castigar y recompensar), que también genera un saber de y sobre los vigilados, incluso científico (psiquiatría, psico-sociología, criminología, y en general, las ciencias humanas, que no son tan sólo ideas superestructurales, sino que están arraigadas en las relaciones de producción).
Se ve la artificialidad de entender al trabajo como esencia del hombre, ya que para que esta idea aparezca se necesita de la operación de un poder político entendido no como un aparato de Estado ni de clase en el poder, sino como sub-poder, como "conjunto de pequeños poderes e instituciones situadas en un nivel más bajo, que poseen tácticas para construir cuadros, prescribir maniobras, imponer ejercicios y garantizar la combinatoria de fuerzas. "El trabajo no es en absoluto la esencia concreta del hombre o la existencia del hombre en su esencia concreta".
Según Foucault, las sociedades disciplinarias que emergieron en el s. XVIII, se consolidaron en el XIX y alcanzaron el esplendor a principios del s. XX, después de la Segunda Guerra Mundial entraron en crisis y dieron lugar a las Sociedades de Control en las que actualmente vivimos. Los lugares de encierro, en los que uno siempre estaba en cero a medida que pasaba por ellos, están en crisis: prisión, hospital, fábrica, escuela, familia. Existe hoy una tendencia creciente a no terminar nada.
Sociedad Disciplinaria
Fábrica
Máquinas simples y energéticas
Peligro de sabotaje
Capitalismo para la producción y de propiedad
Conquista de mercado por especialización de la producción
Disciplina de larga duración, infinita y discontinua
Auge de los lugares de encierro:
- prisión
- escuela
- hospitales
Sociedad de Control
Empresa
Máquinas informaticas y ordenadores
Peligro de ruido y virus
Capitalismo de superproducción orientado hacia el producto y el mercado, hacia el consumo
Conquista de mercado por transformación del producto
Las empresas dicen tener alma. Marketing como instrumento de control social
Control a corto plazo y de rotación rápida, contínuo e ilimitado
Crsis de los lugares de encierro:
- Penas de sustitución y collares electrónicos
- Formación permanente, abandono de investigación en la Universidad, introducción de la empresa en la escuela
- medicina sin médico
La fábrica ha dado lugar a la empresa, que se esfuerza por modular cada salario en particular (crisis de las convenciones colectivas de trabajo), que introduce una rivalidad inexplicable (no obrero vs. patrón, sino empleado con determinada función vs. empleado con otra -o eventualmente la misma-). La escuela y el examen han sido reemplazados por la formación permanente y la evaluación contínua.
Se está formando un nuevo régimen de dominación, en el que se ha relajado el poder sobre el cuerpo y se han atenuado los controles de la sexualidad. Hay que tener en claro que el poder no es todo represión, censura, sino que también tiene efectos positivos a nivel del deseo y el saber. La vigilancia y el control se han potenciado hoy enormemente con la utilización de las nuevas tecnologías para el control social, el cruce de datos y de información.
[1]Sólo existía en Francia como pena para los condenados por las lettres-de-cachet.
[2]En realidad las instancias de control provienen de la pequeña burguesía inglesa que intentaba escapar a la ferocidad de las penas de su país, pero luego se produjo un desplazamiento por el cual las instancias de control son aposderadas por las clases poderosas que introducen el control en un sistema penal estatizado.