La contextualización de la historia moderna puede ser realmente enriquecedora. Nací moderno y moriré moderno casi con seguridad. Es difícil imaginar, comprender, conseguir sentir, aunque más no sea un momento y con mucha imprecisión, cómo es o habrá sido la vida en otros tiempos y/o bajo otras instituciones.
Pero si tengo en mi mano algunas claves cultural-económicas de la modernidad como las que aporta Javier Alfonso Gil[1], puedo jugar con ellas quitándolas, aplicar opuestas o combinar diferentes, y así, haciéndolas variar, imaginar otras formas de vivir la vida en sociedad, entender mejor la mía y, finalmente, aprender algo.
Dos afirmaciones de Alfonso Gil consiguen molestar y hacer pensar:
La primera: el mundo nació hacia 1750 en Holanda e Inglaterra.
La segunda: antes de eso, la vida de los hombres en todo el mundo había sido casi siempre corta, violenta, sumida en la ignorancia y encerrada en la trampa malthusiana.
Molestan porque algunas de sus afirmaciones chocan con paradigmas de la antropología, la filosofía y la historia de hoy día. Hubo mundo antes de 1750. Hubo también riqueza humana intelectual y creativa, y de forma muy diversa antes de 1750, y ha habido también violencia explosiva e ignorancia causal en los países occidentales desde esa fecha hasta el presente, sin evidencias que puedan asegurar una tendencia firme a su reducción a lo largo de los últimos tiempos. Además, la riqueza intelectual y creativa no moderna del hombre sigue viva[2], ya que la modernidad, si bien está por abarcar todo el planeta, todavía no lo ha conseguido.
Alfonso Gil no niega que antes de esa fecha no hayan podido existir personas con una vida que escapase a las características de “mala, brutal y corta” en términos de Hobbes, pero lo explica como producto de “problemas de distribución de la renta al interior de cada comunidad y, por consiguiente, la existencia de una minoría que llevaría su corta vida en mejores condiciones”.
Independientemente de estas aclaraciones, convendría leer la afirmación en términos de mirada al futuro. Si hay hombre dentro de quinientos años, y si finalmente ese hombre se dedica mayoritariamente a perfeccionar su racionalidad bajo el modelo de los métodos científicos vigentes hoy día en una espiral de evolución tecnológica[3], posiblemente exista mayor consenso sobre la dimensión del cambio sucedido hacia 1750: concesión de un espacio de libertad negativa[4] para los seres humanos que habitaban algunos territorios organizados bajo un monopolio de la fuerza -Estado-, que se fue extendiendo a casi todos los lugares del mundo merced al incremento en la producción, población y capacidad bélica de las sociedades donde surge, permitiéndoles un avance imperialista que impuso y reprodujo ese espacio de libertad a escala mundial.
Como explican Maddison[5] y Alfonso Gil[6], se trata de un proceso largo con 3 etapas: una primera de convergencia, que va desde el comienzo de la historia hasta el siglo XVIII, una segunda de divergencia, que abarca el período entre los siglos XVIII y XIX, pero que también se prolonga en el XX, y finalmente una tercera etapa de lenta convergencia, que comienza en el siglo XX, recorre el XXI y se proyecta como hipótesis al futuro.
De acuerdo a estos autores, la primera etapa transita una prolongada convergencia de la humanidad alrededor de altas tasas de natalidad y mortalidad, crecimiento poblacional casi nulo, esperanza de vida que apenas superaba los 30 años, analfabetismo, conocimiento aplicado casi ausente y predominio de población rural obligada a permanecer en el territorio con una cota de libertad de los individuos muy pequeña.
Esta convergencia se rompe por primera vez de forma sostenida en Holanda e Inglaterra hacia mediados del siglo XVIII al salir del modelo de propiedad comunal de la tierra y permitir su explotación privada, resguardándola mediante el derecho de propiedad y creando así un espacio institucional de libertad individual e impersonal[7] que luego deriva también en libertad política. Liberados a su suerte e iniciativa personal, y con el nuevo espacio de previsibilidad que garantiza que el poder no podrá quitarles de manera arbitraria los bienes producidos, adquiridos o heredados[8], los individuos encuentran atractivo dedicarse a producir bienes y servicios[9] que, una vez vendidos y transformados en dinero, les permitan adquirir bienes y servicios producidos por otros, o bien ahorrarlos para un consumo o inversión futuros.
Ya sea con el fin de minimizar el esfuerzo puesto en la producción del bien o servicio ofrecido, o bien con el objetivo de maximizar su cantidad y/o calidad con el mismo esfuerzo, los individuos encuentran que la mejor manera de conseguirlo es aplicar sistemáticamente el método lógico racional de análisis causa-efecto, lo cual permitió una mejor combinación de factores de producción que derivó en incrementos en la producción y un salto demográfico.
Imperios en 1914.
Libertad negativa, método y expansión de la educación formal permitieron incrementar notablemente la riqueza de las naciones europeas durante los siglos XIX y XX, que se lanzan a la conquista del mundo extendiendo lentamente las libertades civiles y el método a los nuevos países occidentales primero (Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda) y al resto de los territorios después, en una prolongada expansión asincrónica que todavía estamos transitando.
Siempre de acuerdo a Alfonso Gil, el siglo XX muestra el aparente recorrido de salida y llegada desde el punto de vista demográfico y de producto per cápita para los países que iniciaron la divergencia. Se trata de un camino que, antes o después, tiende a atravesar las siguientes estaciones: crecimiento de población, incremento del producto aún superior al de población, transición demográfica con estabilización de la población, y finalmente incremento sostenido del producto per cápita sin grandes cambios en el tamaño de la población.
El camino único.
Alfonso Gil fija una doble posición:
por un lado, alto nivel del PBI per cápita equivale a desarrollo, de modo que la combinación de crecimiento económico y transición demográfica son el camino hacia el desarrollo para cualquier país de la Tierra;
por otro lado, las causas que provocaron la divergencia en Inglaterra y Holanda, y que se han venido reproduciendo en otros países (cambio institucional y método científico) son las que hay que aplicar y profundizar en cualquier país que pretenda desarrollarse.
Esta doble posición puede tener dos consecuencias negativas:
La primera, es la de imponer a priori a todas las sociedades humanas una definición de desarrollo y un objetivo a conseguir que no necesariamente es el propio.
La segunda, es la de seguir recetas homogéneas independientemente del país, región y cultura a donde se vaya a aplicar.
En primer lugar, teniendo en cuenta que el espacio de libertad que generaron los derechos de propiedad en las sociedades inglesa y holandesa de mediados de siglo XVIII se extendió por América, África, Oceanía y grandes regiones de Asia no por consenso sino por imposición y conquista directa de territorios por parte de los países europeos, no parece adecuado pensar que la propiedad privada de la tierra obtenida por los conquistadores haya significado para los pueblos originarios algún avance sobre la propiedad comunal que ellos tenían, ya que su población se redujo, fue vendida como esclava o explotada como mano de obra barata, viéndose marginada en mucho casos a un uso clandestino de lo que había sido su territorio.
Es decir, libertad negativa y método en la mayor parte del territorio y población de la Tierra no surgieron como resultado de un proceso histórico cultural endógeno como en muchos Estados europeos, sino que fue importado a fuerza de conquista directa o imposición de las elites locales, y sólo practicado inicialmente por inmigrantes occidentales, descendientes de éstos o integrantes de la élite local. No es raro entonces que las ideas del liberalismo económico y político no despierten demasiado apoyo incluso hoy día entre los sectores populares de esos países, la mayor parte de las veces descendientes de pueblos originarios.
Por otra parte, la hipótesis convergente sobre la base del modelo de los países occidentales no solo implica converger en términos de instituciones y método –y consecuentemente PBI per cápita-, sino también en términos de una convergencia cultural extendida, una homogenización humana al estilo y modos occidentales, potenciada por sus industrias culturales.
Puestos en la convergencia lenta del presente, la aplicación de un paquete de recetas homogéneas para inducir el crecimiento independientemente del país que se trate puede llevar a experiencias frustradas como las de Argentina en la década de los 90, a quien no le bastó con la aplicación de una serie de medidas propias del neoliberalismo económico para conseguir incrementos en la productividad del trabajo y crecimiento sostenido. Además, Argentina entregó en esa década la demanda de su mercado interno al oferente más eficiente del mercado mundial o de sus aliados en política exterior (con algunas excepciones como en el caso de la industria automotriz o farmacéutica) de modo que muchas de sus industrias se vieron obligadas a cerrar o reconvertirse en distribuidoras de productos importados, generando desocupación estructural en el país.
De modo que se precisa capacidad estatal para hacer una apertura económica gradual e inteligente, que incentive por competencia la innovación y adaptación de tecnología proveniente del país líder, pero que al mismo tiempo la proteja de la competencia externa y le permita desarrollarse. Por cierto que esto no es ninguna novedad, los países se encuentran en una competencia comercial generalizada, y permanentemente surgen conflictos vinculados al proteccionismo y estrategias desleales de penetración de mercados en la Organización Mundial del Comercio.
Para tener una política inteligente en este sentido, es clave la capacidad estatal de planificar estrategias de país a mediano y largo plazo, para lo cual se precisa capacidad de manejar información compleja sobre el país y sus oportunidades de inserción en el mundo, consenso político y sistemas productivos territoriales capaces de dar la batalla comercial desde algún territorio en un escenario globalizado.
Convergencias y divergencias.
El proceso de convergencia en los niveles de PBI per cápita de los países, planteado como hipótesis posible para el siglo XXI, nada dice sobre la divergencia interna de cada país entre el nivel de ingreso de la porción más rica de la sociedad y la más pobre, de modo que una convergencia internacional sobre PBI per cápita puede esconder una fuerte divergencia interna (dando argumentos a las ideas de clase y dominación propias del marxismo).
Por otra parte, la convergencia pronosticada para el siglo XXI se basa en el supuesto de que los rendimientos de los factores productivos son decrecientes. Independientemente de que existan evidencias en este sentido, también hay evidencias en el contrario, es decir, que sustentan las ideas de aquellos quienes piensan que, bajo determinadas circunstancias[12], los rendimientos pueden ser crecientes, aumentando la brecha entre países con alto y bajo PBI per cápita[13].
Recursos naturales.
La convergencia de una humanidad compuesta por 12 mil millones de personas en múltiples sociedades de consumo que convergen en torno a los niveles de ingresos per cápita de los países occidentales puede ser un panorama optimista para muchos.
Pero es realmente amenazante si se lo piensa con el nivel de desarrollo tecnológico de hoy día. Sencillamente, si el objetivo se pudiese cumplir por arte de magia de un día para otro, la humanidad se encontraría frente a un problema muy serio, ya que no habría suficientes recursos naturales para sostener semejante demanda de materias primas por muchos años.
Es muy posible que la innovación tecnológica vaya encontrando soluciones a medida que se da la hipótesis de convergencia. Pero en el trayecto también es posible que las personas tomen conciencia de la amenaza y decidan realizar una autolimitación responsable de su consumo[14], que puede llegar a reducir aún más el ritmo de crecimiento del PBI per cápita de los países occidentales, acelerando así la convergencia, pero esta vez desde arriba.
Concepciones del desarrollo.
La referencia al Modelo Mundial Latinoamericano vuelve a plantear el interrogante filosófico sobre los límites del camino único hacia una sociedad de consumo y sobre las diversas concepciones del desarrollo.
En este sentido, se considera que el análisis económico debiera ser enriquecido con otras fuentes de conocimiento como la filosofía, la epistemología, la antropología, la sociología o la ciencia política, por citar algunas ciencias, con el fin de ampliar la mirada y la capacidad de pensar hacia donde se está dirigiendo el hombre con la libertad y el método extendidos a escala mundial.
[1] Alfonso Gil, J. (2001): Causas del Desarrollo Económico: España en Europa 1900-2000, Capítulo 2, Minerva Ediciones, Madrid, página 21.
[2] Y es objeto de estudio de la ciencia moderna.
[3] Como viene sucediendo de forma mayoritaria a partir de la extensión de la modernidad en países de medio y bajo IDH, ya sea por cambios estructurales que implican transformación de población rural en urbana, expansión de la racionalidad del homo economicus, creación de espacios de libertad negativa y lenta apertura hacia las libertades positivas, o bien por migración internacional desde estos países hacia otros con muy alto IDH.
[4] Entendida como el derecho del individuo a que su espacio vital de decisiones no sea invadido por el poder, que deriva luego en lo que hoy se entiende como derechos civiles.
[5] Maddison, A. (2001): La Economía Mundial 1820-1992. Análisis y Estadísticas, OCDE, Paris.
[6] Op. Cit.
[7] En un contexto de crecimiento poblacional y libertad negativa, las relaciones personales del período anterior pierden efectividad y se pasa a relaciones impersonales, que hacen referencia a los principios de igualdad ante la ley y neutralidad judicial.
[8] De acuerdo a Alfonso (op. cit.) esto se consigue sobre la base de derechos de propiedad y neutralidad judicial.
[9] Entre los cuales también se encuentra el trabajo, que es tratado como una mercancía más objeto de compra-venta.
[10] Op. Cit., págs. 39 a 42.
[11] No hay evidencias que indiquen que a futuro no vayan a existir nuevas rupturas, que puedan volver a expandirse entre los seres humanos para hacer converger nuevamente al mundo en otro sentido, o que queden restringidas a ciertas sociedades. Estas rupturas pueden estar planteadas en términos de libertades, instituciones e incluso cosmovisiones, y también pueden impactar en aspectos de método, ya que, como afirma Paul Feyerabend, no se sabe qué paradigmas dominarán la ciencia del futuro de modo que no tiene sentido afirmar hoy y para siempre una metodología científica universalmente válida (ver Feyerabend, P. (1987): Adiós a la Razón, Editorial Tecnos, Madrid).
[12] Combinación de acumulación de capital público, inversión en formación y capital humano, acumulación de capital tecnológico, asociativismo entre empresas, etcétera.
[13] Ver por ejemplo Lázaro Araujo, L. (comp.) (2002): “Desarrollo Regional/Desarrollo Local: viejos y nuevos paradigmas”, Seminario Estudios Regionales en Antioquia, Medellín, páginas 11 a 18.
[14] Remite a la vieja idea de ecoson de Manfred Max-Neef y el Modelo Mundial Latinoamericano de la Fundación Bariloche. Para más datos, ver http://www.fundacionbariloche.org.ar/fundacion_historia.html (consultado 14/08/2010).