Para el historicismo cada proceso de desarrollo es único, absolutamente nuevo con relación a otros procesos de desarrollo. Como cada sociedad tiene una historia y una cultura diferente, el modo de desarrollo que encuentre también será único, completamente contingente, nuevo, con valores y formas de desarrollo que también les serán exclusivos.
De esta manera, si se encuentran modelos de desarrollo comunes en distintas sociedades no es porque exista un sistema mundial que condiciona los procesos de desarrollo, como propone el estructuralismo, o porque se trate del movimiento universal hacia el punto de llegada de la sociedad industrial, como afirma el evolucionismo.
En realidad, el enfoque historicista queda sin una respuesta convincente ante la cuestión de las orientaciones comunes.
Como todo es contingente y las oportunidades de desarrollo surgen justamente de las características particulares de cada sociedad, el éxito de la estrategia de desarrollo que lleve adelante la elite local estará estrechamente ligado a la fortaleza de la identidad local en la que se asiente y en su capacidad para identificarla.
Anouar Abdel-Malek encuentra esa especificidad local en las características particulares de cuatro factores y la manera de combinarlos. “El modo de mantenimiento societal está dado por la forma siempre distinta como los cuatro factores se articulan entre sí a lo largo del proceso histórico”[1], de modo que sólo puede haber especificidad donde existe una cierta antigüedad social o una suficiente profundidad del campo histórico.
Por este motivo, para la perspectiva historicista “la formación, el desarrollo y la defensa de las identidades nacionales y locales constituyen un elemento central” y tiende a considerar que, con solo defender un modo de desarrollo nacional creador, los Estados pueden llevar adelante procesos de desarrollo local únicos y exitosos (Arocena, 2002: 79).
En síntesis, el elemento común que une a las distintas formas de historicismo es el rechazo a la dominación de un determinado modelo de desarrollo.
Desde la década del 70, con el fin de los “30 gloriosos años” del Primer Mundo y la evidencia de que la mayor parte de los países del Tercer Mundo no habían podido reducir la brecha que los separaba del modelo occidental de desarrollo, las prácticas localistas se generalizaron de manera simultánea tanto en uno como en el otro grupo de países.
Este enfoque puso el acento en las potencialidades de lo local y de la pequeña escala para solucionar problemas de empleo y de ingreso[2], impulsando la iniciativa individual como forma de reconversión, estimulando la descentralización del sistema político-administrativo y promoviéndose una gran cantidad de proyectos de cooperación al desarrollo focalizados en pequeños territorios.
Esta corriente de revalorización de la especificidad como espacio para que cada sociedad encuentre su modelo de desarrollo influenció una serie de posturas que conservan su fuerza e incluso dominan las representaciones sobre el porvenir deseado de muchas sociedades locales.
Se trata de distintas posturas reactivas ante la dominación de un modelo de desarrollo que muchas veces se impone como el único camino válido.
“Frente a los efectos depredatorios de un cierto tipo de crecimiento económico, se defenderán la naturaleza y sus equilibrios esenciales [neonaturalismo]; frente a las tendencias centralizadoras del modelo dominante, se defenderán las chances de una autonomía regional y local [neorregionalismo o neolocalismo]; frente a los mecanismos transnacionales de dominación, se defenderán las posibilidades de un desarrollo nacional autocentrado[3] [neonacionalismo o neocontinentalismo]” (Arocena, 2002: 76).
[1] Arocena, José, El desarrollo local, un desafío contemporáneo, segunda edición ampliada, Editorial Taurus - Universidad Católica del Uruguay, Montevideo, 2002, pág. 77.
[2] El concepto “de lo cultural a lo económico” ilustra esta postura.
[3] Se puede pensar en la postura de “vivir con lo nuestro” que se popularizó en la agenda pública argentina tras la crisis de 2001, el posterior default de la deuda y la ruptura con el Fondo Monetario Internacional.