Sobre la base de las ideas de Bernard Manin[1], la democracia de partidos y la democracia de opinión serán analizadas según el tipo de relación que existe entre representantes y representados, de acuerdo a los cuatro principios clave de la representación que identifica el autor:
La forma en que se produce la elección del representante.
El grado de autonomía de los representantes.
La modalidad que adquiere la libertad de opinión.
La manera en que se obtienen juicios sobre los asuntos públicos.
La distinción que se plantea es esquemática, es decir, que en la práctica es común que coexistan democracias de partidos y democracia de opinión, pero siempre predominando una u otra según el momento y el lugar que se considere.
Para entender mejor una y otra, conviene aclarar que la aparición histórica de la democracia de partidos -hacia finales del siglo XIX- precede a la de opinión -detectada hacia 1970-, y a la vez señalar que antes de la democracia de partidos, lo que existió en los países con sistemas representativos fue el parlamentarismo liberal, principalmente en Inglaterra, pero también en Francia y los Estados Unidos.
Elección de los representantes
Democracia de partidos
• Como consecuencia de la extensión del derecho al voto, el electorado es masivo y no puede haber una relación personal entre representantes y representados.
• Los partidos políticos nacen con el fin de movilizar a ese electorado ampliado y presentar candidatos que le pertenecen.
• El representante se separa del representado y pertenece a una nueva elite, de modo que los ideales de similitud y proximidad entre ambos se diluyen.
• Los partidos eligen a sus candidatos sobre la base de su activismo y su capacidad de organización al interior del partido, más que por su posición en la sociedad local y su capacidad política.
• El pueblo vota más por un partido que por una persona, y este voto perdura con el tiempo independientemente del candidato: es un voto de clase, de afirmación de una identidad social o cultural, de modo que hay estabilidad electoral[2].
• Los programas de los partidos son menos importantes que el sector socioeconómico que dicen representar, de modo que la elección es expresión de confianza en el partido más que una opción por medidas políticas concretas[3].
Democracia de opinión
• Los medios de comunicación electrónicos (radio y televisión) permiten a los candidatos volver a comunicarse con los electores sin la mediación del partido[4], destacándose aquellos que mejor manejan las técnicas de la comunicación mediática.
• Tendencia a la personalización del poder, las elecciones se centran en la figura del líder, el vínculo entre representantes y electores es esencialmente personal.
• La estabilidad electoral se diluye: los ciudadanos votan a distintos partidos a lo largo de los años e incluso en un mismo día mediante el corte de boleta, de modo que las condiciones socioeconómicas y culturales no determinan el voto.
• Los votantes tienden a votar imágenes de personas (candidatos) más que partidos o programas.
• La complejidad e imprevisibilidad creciente de la actividad gubernamental exige poderes discrecionales y atenta contra la existencia de programas detallados que pueden atar de manos a un gobierno.
• Los partidos siguen teniendo un rol importante (como fuentes de fondos, contactos e influencias, fuente de trabajo voluntario de militantes) pero tienden a estar al servicio del líder.
• El activista político y el burócrata del partido son desplazados en importancia por los expertos en comunicación.
• Los votantes son sensibles al desarrollo de las campañas y deciden su voto como audiencias que reaccionan de una u otra manera según las líneas de división que proponen y explotan los políticos y la imagen difusa que de ellos construyen los ciudadanos.
Autonomía de los representantes
Democracia de partidos
• El representante no es libre de votar de acuerdo a su propia conciencia, está obligado a respetar la posición del partido, a quien debe su elección.
• La distribución de bancas entre partidos en el parlamento refleja la fuerza relativa de los intereses sociales en conflicto que existen en la sociedad.
• Si el bando mayoritario desea, puede dar al minoritario una derrota total, expresión de la primacía cuantitativa de un interés social sobre otro, exacerbando el conflicto y haciendo que la minoría pueda preferir el recurso de las armas[5].
• Para evitar estos riesgos, el bando mayoritario debe llegar a un compromiso político con la minoría, absteniéndose de someterla sin posibilidad de marcha atrás.
• El partido triunfante puede cambiar su programa de gobierno luego de las elecciones, de modo que existe una independencia parcial entre el partido triunfante y sus votantes.
Democracia de opinión
• Los representantes son elegidos por su imagen personal y la del partido a que pertenecen.
• Esa imagen tiene, aunque de manera imprecisa, contenido político, y se construye por diferencia con las imágenes de los otros candidatos, de modo que lo que el elector recibe es un sistema de diferencias.
• Para los ciudadanos, la elección sobre la base de la imagen difusa les permite resolver el problema de la desproporción entre los altos costos de obtener información política y la conciencia de lo poco que su voto influirá sobre el resultado electoral.
• Los representantes, al ser elegidos sobre la base de una imagen difusa, tienen un compromiso también difuso y cierta libertad de acción una vez en el cargo, de modo que gozan de una independencia parcial.
Modalidad de la libertad de opinión
Democracia de partidos
• Los partidos organizan la competencia electoral y la expresión de la opinión pública.
• La división de la opinión pública sigue la división de los partidos: la prensa está asociada con alguno de los partidos y los votantes solo se informan con la prensa amiga, de modo que están poco expuestos a opiniones de la oposición, reforzando la estabilidad en su opinión política.
• Hay una tendencia a la totalización: las personas que apoyan un partido se dan por completas a él, adoptan todas sus posiciones sea cual sea la cuestión.
• La libertad de la opinión pública no es individual, sino que está en la libertad de opinión del partido mayoritario y en la libertad de opinión de los partidos de la oposición.
Democracia de opinión
• En su mayor parte, los medios de comunicación no son partidistas; introducen distorsiones y tienen preferencia políticas, pero no están estructuralmente conectados a los partidos políticos.
• Esto provoca que los electores, independientemente de sus preferencias políticas, reciban una agenda pública relativamente uniforme, ante la que toman posiciones que no necesariamente coinciden con la toma de posición expresada en las elecciones.
• La toma de posición frente a eventos de la agenda pública es investigada por las encuestadoras de opinión para sacar a la luz las líneas divisorias más significativas para sus clientes (partidos políticos y, en menor medida, medios).
• Las encuestas de opinión permiten la manifestación no electoral del pueblo de una manera muy cómoda, pacífica y sin riesgos para los ciudadanos, dando voz a ciudadanos apáticos que si no fuese por ese bajo costo de expresión no se manifestaría.
• Esa baja exposición permite que la manifestación no electoral del pueblo sea habitual, aunque condicionada por el enfoque de la encuesta.
Manera de obtener juicios
Democracia de partidos
• Las sesiones plenarias en el parlamento no son foros de discusión deliberativa.
• Los representantes no pueden cambiar de opinión como resultado del debate parlamentario, sino que deben votar de acuerdo a la decisión previa del partido.
• La discusión no desaparece, sino que se desplaza al interior de los partidos.
• Las posiciones de los partidos pueden cambiar durante el debate parlamentario, pero siempre de manera colectiva.
• Los compromisos alcanzados entre los distintos partidos dependen de cada negociación en particular; no hay posiciones prefijadas, las elecciones no determinan la política a seguir, sino la fuerza relativa de cada partido en cada negociación.
Democracia de opinión
• Las sesiones plenarias en el parlamento no son foros de discusión deliberativa y, al igual que en la democracia de partidos, la discusión se encuentra al interior de los partidos y en reuniones de éstos con grupos de interés y asociaciones de ciudadanos.
• El electorado inestable no está solo compuesto de ciudadanos poco informados y educados, sino también de personas muy informadas e interesadas que, expuestas a opiniones encontradas en los medios no partidistas, se inclinan hacia un lado u otro en cada elección.
• Esto representa un incentivo para que los políticos presenten sus propuestas directamente al público, de modo que la discusión no se limita al parlamento o a comités consultivos entre partidos.
Para concluir el análisis de la democracia de partidos y la de opinión, se destaca la idea de Manin que afirma que actualmente no asistimos a una crisis de representación política: si bien los políticos y los profesionales de los medios son una elite y no son reflejo fiel de la realidad, esta es una característica propia del sistema representativo, que en sus inicios con el parlamentarismo liberal estuvo encarnada en los notables y luego con la democracia de partidos en los activistas y burócratas, que actualmente se encuentran en declive ante la nueva elite de políticos mediáticos y profesionales de los medios (1998: 157).
Sin embargo, el paso del parlamentarismo liberal a la democracia de partidos supuso una reducción de la distancia entre las élites gobernantes y los ciudadanos corrientes, ya que los burócratas de partidos se encontraban más cerca de los ciudadanos que los antiguos notables, y consiguieron que los electores comunes se identificaran con ellos. Para Manin, esta reducción de distancia e identificación no está sucediendo con el advenimiento de la nueva élite mediática y política, e incluso ha provocado la sensación de que la brecha ha aumentado.
Si bien con la democracia de opinión la base de electores se ha ampliado y es en este sentido más democrática, también es cierto -afirma Manin- que con la democracia de partidos el pueblo tenía más posibilidades de establecer la política futura cuando votaba por un partido con programa, aspecto que bajo la democracia de opinión, al votar por la imagen de un candidato, se ha resentido. De esta manera, Manin concluye que “aunque se pueda afirmar con certeza que la democracia se ha ampliado, no se puede decir con igual certeza que sea más profunda” (1998: 158).
[1] Bernard Manin, Los principios del gobierno representativo, Alianza Editorial, Madrid, 1998, Capítulo VI, págs. 131-158.
[2] Ya no se vota por lo tanto a una persona que es conocida personalmente y genera confianza, como sucedía en el parlamentarismo liberal.
[3] En este aspecto, es parecido al parlamentarismo liberal, solo que en lugar de decidirse el voto por la confianza en las personas, se lo decide por la confianza en determinado partido que representa a determinada clase social.
[4] En este sentido, se parece al parlamentarismo liberal anterior a la democracia de partidos, en el que la relación representativa era personal.
[5] La experiencia del primer peronismo en Argentina podría ser pensada en estos términos.