Supuestos
La autoridad para definir los modelos a partir de los cuales se debe legislar le está dada a la élite de la sociedad ateniense por la posesión del saber[1], identificado como verdadero y por lo tanto incuestionable. Se niega así la posibilidad de existencia de otros saberes diferentes a los sostenidos por la élite. De esta forma, Platón considera que "(...) el legislador debe prescribir a los ciudadanos que hagan lo que puedan para no quedar al margen de esta organización".
La sociedad tradicional, unívoca, establecida, inmutable en el tiempo[2] y respetuosa de las normas y leyes sociales es la que Platón desea. Una frase resume todas estas características de su pensamiento: "(...) En todo, excepto en lo que es un mal, no hay nada más peligroso que el cambio".
De la misma manera que un cuerpo al que se le cambia la dieta de manera frecuente se ve turbado o alterado, mientras que cuando se mantiene un régimen el cuerpo se adapta y vive entonces en un estado de placer y salud, el mismo hecho se produce en las inteligencias de los hombres y en las disposiciones del alma, por lo tanto son necesarias leyes inmutables durante largos períodos de tiempo.
Así, Platón expresa que "(...) pasando toda su vida de la misma manera, viviendo los mismos placeres, la ciudad y los ciudadanos seguirán siendo los mismos y, pareciéndose unos a los otros en la medida de los posible, vivirán perfectos y felices".
Las leyes, cuyo juicio se declara idéntico al de la misma verdad, son fundamentales para este esquema, sobre todo en el caso de los adultos. Los niños y los jóvenes, con sus almas tiernas, suelen ser el blanco identificado para la educación persuasiva, aunque no están exentos de la obligación de obedecer las leyes.
Punto número 1: Depuración
De la misma manera que los animales de un rebaño son clasificados y separados en diferentes grupos, la ciudad, para Platón, debe ser depurada. Existen muchas formas de hacer la depuración:
las dolorosas -que según Platón son también las mejores y que las podría aplicar un legislador que fuese también un tirano- operan la corrección sólo por medio de una sentencia penal y tiene como punto extremo la pena y el castigo de la muerte o el destierro.
las suaves, que pueden ser ejercidas por un legislador que, sin poder tiránico, establezca una constitución y unas leyes nuevas.
Una vez realizada la depuración, a aquellos malvados que quieran ingresar en la ciudad y ser sus ciudadanos se les prohibirá el ingreso. Los buenos, por el contrario, serán atraídos con toda la benevolencia y generosidad posibles.
Punto número 2: Cómo conseguir un reparto equitativo
Hay que determinar cuál será la cifra total de la población, luego habrá que dividirla en clases según número y naturaleza; entre esas clases, habrá también que distribuir la tierra y las habitaciones con la mayor equidad posible. El territorio deberá bastar para la alimentación de la población y, junto a la ciudad, deberá ser dividido en 12[3] partes iguales[4], las cuales serán divididas a su vez en 5040 lotes, divididos en dos parcelas iguales.
La población será dividida en 12 partes[5], llamadas tribus, y, luego de censarlos, los bienes serán distribuidos entre cada tribu de la manera más igual posible.
Habrá entonces 5040 propietarios de tierras agrupados en diferentes tribus, cada uno de ellos con dos viviendas (una en la parcela cerca del centro, la otra en la parcela que da hacia los extremos del territorio) capaces de defender sus propiedades. "(...) Es necesario que el beneficiario de un lote determinado lo mire como propiedad común de la ciudad entera (...). "Para que ese orden de cosas se mantenga indefinidamente es menester además que el número de hogares actualmente definido siga siendo siempre el mismo, sin aumentar ni disminuir". "(...) El beneficiario de una heredad determinada no dejará en esa propiedad más que un sólo heredero de entre sus hijos, aquel a quien prefiera (...)".
"(...) En cuanto a los demás hijos, hablando de los que hayan tenido más de uno, deberá uno casar a las hijas según la ley que se dicte, y los muchachos los repartirá entre aquellos ciudadanos que carecen de posteridad para que hagan de ellos sus hijos (...)". "(...) Habrá una magistratura sumamente poderosa e importante que (...) estudiará las medidas que habrá que tomar en caso de exceso o falta de hijos, para que en la medida de lo posible se mantenga la cifra de cinco mil cuarenta hogares que hemos establecido. Los medios para ellos son numerosos: si la prole es abundante, se pueden restringir los nacimientos; por el contrario, se puede alentar y promover una natalidad fuerte, obrando por medio de las distinciones, deshonras o amonestaciones (...)". "Finalmente, si las dificultades llegaran a ser tan grandes que resultara imposible mantener en la cifra de los cinco mil cuarenta hogares (...) quedará siempre el antiguo recurso de (...) enviar gente a las colonias (...)".
Punto número 3: La elaboración de una constitución modelo
Se debe partir del antiguo proverbio, que dice que los bienes de los amigos son verdaderamente comunes. Para generar una constitución modelo es necesario, según Platón, acercarse lo más posible a la norma más justa y de máxima excelencia que él conoce: la que hace que llegue a ser común aquello que por naturaleza es más personal como son los ojos, los oídos, las manos, de manera que se tenga la impresión de que se ve, se oye y se obra en común, aquella ley que consigue que todos, en la medida de lo posible, alaben y censuren con absoluta unanimidad y que tengan los mismos motivos de alegría y de aflicción. En definitiva, una constitución modelo se debería acercar a todas aquellas leyes que "constituyen la unidad de la ciudad"[6].
La constitución debe clasificar los valores según las tres cosas que acaparan todas las preocupaciones de los hombres: en orden de importancia, primero el alma, luego el cuidado del cuerpo, y por último el dinero. Por lo tanto, la constitución y las leyes que se contienen en ella deberán clasificar los valores en ese mismo orden, de lo contrario la ley es defectuosa.
Leyes, disciplinas y ejercicios serán hermosas y convenientes si van destinadas a "(...) suprimir la mezquindad del espíritu y la ambición en las almas (...)".
Punto número 4: El disciplinamiento social. Leyes, normas y educación
Platón admite que todo ese plan "jamás podrá toparse con unas condiciones tales que permitan que todo se realice al pie de la letra (...) como si estuviéramos modelando una ciudad y unos hombres de cera", ya que será muy difícil que todos los hombres "(...) acepten durante toda su vida el vivir contentos con unos haberes fijos y limitados, que se contenten con el número de hijos que les hemos señalado a cada uno y de otras superfluidades que, sin duda, el legislador habrá de añadir a la lista de prohibiciones (...)". Por ejemplo, "(...) no habrá que tener miedo de imponer a los ciudadanos que ninguno de los utensilios de su uso se aparte de unas dimensiones determinadas".
Pero "(...) el verdadero deber del legislador no es limitarse a escribir leyes, sino, además de las leyes, dar por escrito, entremezclándola con el tejido mismo que forman las leyes, su opinión sobre todo lo que él estima honesto o inhonesto; y esas opiniones o consejos deben atar al perfecto ciudadano tan estrictamente como las sanciones con que las leyes refuerzan sus prescripciones".
Las transgresiones a estas leyes y normas no deben pasar nunca desapercibidas a los magistrados, de manera que el que delinque debe ser castigado a la vez por la ley y por la divinidad. Las leyes deben ser obedecidas, y esto es así porque "si se quiere llegar a ser un gran hombre (...) es lo justo lo que hay que amar", y lo justo está definido por los legisladores y por las leyes, que son mejores que los hombres comunes. En este sentido, Platón recomienda que "todo hombre debe huir del excesivo amor a sí mismo y debe siempre buscar a alguien que sea mejor que él (...)".
Platón afirma: "Cuando (...) no se es capaz de resistir los trabajos, los peligros, los dolores y sufrimientos que la ley o la educación imponen, sino que se flaquea en todo ello, tampoco entonces se honra el alma (...)". Todo aquel que no esté dispuesto a aceptar y actuar según la clasificación que el legislador hace de las cosas vergonzosas y malas, y las buenas y bellas, estará tratando a su alma, "lo más divino que él posee, de la manera más deshonrosa e ignominiosa". De esta forma, el mejor ciudadano para con la ciudad y los conciudadanos "será aquel que, con preferencia a las luchas olímpicas y a todas las de la guerra y la paz, elija el ser vencedor en el servicio glorioso a las leyes de la nación". En este sentido "(...) al que, en la medida de sus fuerzas, ayuda a los magistrados a reprimir el desorden hay que proclamarle gran hombre de la ciudad, hombre perfecto, vencedor en el certamen de la virtud".
Platón elabora así un sistema de premios y castigos con el fin de que los habitantes de la ciudad se plieguen a los modelos de lo bueno y de lo malo elaborados por los legisladores. En este sentido, él habla de la necesidad de "que entre nosotros, pues, todo el mundo tenga una sana emulación por la virtud, sin celos (...) rivalizando cada uno con los demás, pero sin paralizarlos por las calumnias (...)". Aquellas faltas peligrosas y que presenten ninguna o muy pocas posibilidades de curación deben ser castigadas inflexiblemente.
Para que la población se mantenga en un estado emocional estable y equilibrado más allá de las circunstancias personales, es importante "(...) esperar siempre que (...) la divinidad atenuará el peso de las penas (...) Es preciso que todos vivan alimentando estas esperanzas, recordando continuamente todas estas verdades[7] (...)".
En su afán por una sociedad ordenada, regular, previsible y tradicional, Platón establece las tareas del legislador en su deseo de extender el ordenamiento social de las leyes y las normas[8] en múltiples ámbitos de la vida, como por ejemplo:
Leyes para la educación. Platón considera que "de entre todos los animales, el más difícil de manejar es el niño (...) resulta ser una bestia áspera, astuta y la más insolente de todas". Por lo tanto, la instrucción es obligatoria para todo el mundo, igual para los hombres que para las mujeres. "(...) Apenas salga de los brazos de su nodriza y de la madre, hay que rodearlo de preceptores que controlen la ignorancia de su corta edad; luego hay que darle maestros que lo instruyan (...) según conviene a un hombre libre. Como a esclavo que de alguna manera es, cualquier hombre libre podrá castigarle, tanto al niño como a su pedagogo y a su preceptor, por cualquier falta que viera comete cualquiera de ellos". "Este inspector de nuestra juventud deberá tener una vista muy penetrante y ejercer una vigilancia extrema sobre la educación de los niños, y enderezar sus naturalezas, dirigiéndolas siempre hacia el bien que prescriben las leyes". Con respecto a lo que deben aprender en las escuelas, Platón afirma: "(...) Habrá que llenar sus oídos de estas lecturas y sus cabezas de estos textos, y hacer incluso que aprendan de memoria poetas enteros". Platón considera que, por ejemplo, los diálogos entre Clinias y el Ateniense serían muy apropiados para ser instruidos en las escuelas. Si el maestro tuviera algún auxiliar al que no le gustasen, debería ser expulsado y poner sólo a colaboradores que alaben a los diálogos unánimemente.
Se construirán escuelas públicas con maestros públicos, gimnasios y campos de ejercicio. Desde los 6 años se impone la separación de los sexos. La instrucción debe ser doble: debe formar al cuerpo por medio de la gimnasia (danza y lucha) y el alma por medio de la música. "(...) Todo el mundo debe aprender lo que es útil para la guerra, la economía doméstica y la administración de la ciudad(...)".
Leyes para la educación musical. Dice Platón: "Si nunca es posible captar de alguna manera la rectitud en la música, hay que hacer decididamente de ella una ley y una norma". Ahora bien, ¿a partir de qué se elabora esa ley? Dice Platón "Ciertamente, yo estoy de acuerdo con la muchedumbre y la mayoría en que la música debe juzgarse por el placer que proporciona, pero no, sin embargo, por el placer del primero que se nos presente; este arte, diremos nosotros, será el más bello si agrada a los mejores y a los que tienen suficiente formación (...)". En este sentido, agrega: "la educación (...) consiste en traer y conducir a los niños al principio que la ley enuncia como justo, y cuya rectitud reconocen de común acuerdo las personas más virtuosas y de más edad, en virtud de su experiencia". El tradicionalismo se evidencia en esta frase "para que el alma de los niños (...) se conforme con este juicio[9], gozándose y afligiéndose con los mismos objetos y por los mismos motivos que el anciano".
Leyes sobre la educación física. El legislador estudiará las diversas formas de tributar honor al cuerpo y distinguirá entre ellas las que son verdaderas y las que son falsas. Las verdaderas estaría agrupadas en la gimnástica, entendida como una regularización de los movimientos del cuerpo que procura su virtud y su educación racional. Los muchachos deben aprender la equitación y el manejo del arco, la jabalina y la honda y las muchachas deberán aprender, al menos en teoría, el manejo de las armas. Tanto niños como niñas deberán usar los dos brazos y las dos piernas por igual, ya que "(...) a todo aquel que posee por partida doble un órgano de defensa y de ataque, la ley manda no dejar ocioso y sin ejercicio ni el uno ni el otro, en la medida en que sea posible".
Leyes sobre los juegos. Para Platón "(...) los juegos son una materia de vital importancia para la legislación y son causas de estabilidad o caducidad para las leyes existentes (...)". Él propone una regulación estricta, "(...) de manera que las mismas edades jueguen siempre a los mismos juegos, siguiendo los mismos principios y de la misma manera (...)". En cambio, si "son inestables, si son materia de continuos cambios e innovaciones de toda especie; si los objetos en los que los jóvenes encuentran sus placeres no son nunca los mismos, ni lo bello ni lo que no lo es (...) no existe entonces ruina más honda para una ciudad (...)". "(...) Esos niño que quieren novedades en sus juegos, serán hombres distintos de lo que hubieran sido los anteriores [y] (...) una vez que hayan llegado a ser distintos, querrán vivir de manera distinta, y (...) al buscar esta otra vida, desearán dedicarse a otras ocupaciones y tener otras leyes (...)".
Leyes para la música, la poesía y la danza. De la misma manera que con la educación musical, el legislador, según las ideas de los ilustrados de la élite de la sociedad ateniense, debería definir por ley lo correcto dentro de la música, la poesía y la danza[10] y hacérselo cumplir a los compositores y bailarines mediante la persuasión primero, y la obligación si es necesario. Platón amaba la regularidad, la imitación de los bellos modelos, y sentía rechazo por el cambio, al que consideraba fruto de "pasiones desordenadas que nunca son idénticas".
Platón tenía una concepción figurativa e imitativa de la música: "hay que procurar aquella que alcanza la semejanza con el modelo de lo bello". Por lo tanto, para juzgar a la música, primero hay que conocer el modelo, y luego juzgar lo correcto de su imitación, lo exacto de su representación. La opinión del vulgo, que juzga según el placer que la música le genera, queda de esta forma desautorizada. De esta manera, para Platón se debe buscar "no la música más agradable, sino la que es correcta". En este sentido, considera que hay que elegir entre las muchas composiciones musicales y danzas viejas y hermosas, las que cuadran y convienen a la constitución que la élite establece.
La misma concepción imitativa y figurativa es sostenida con respecto a la poesía; dice Platón "No es, en efecto, en manera alguna necesario que el compositor juzgue (...) de si la imitación es bella o no lo es". Como se dice en la nota Nº 34, Platón concede a los poetas "tan sólo la habilidad técnica mientras que les niega la capacidad de juzgar y decidir sobre la belleza y la calidad moral de la obra". En este sentido, manifiesta: "El poeta no podrá componer nada que pueda contradecir lo que la ciudad considera legal, justo, bello o bueno; una vez escrito su poema, no podrá darlo a conocer a ningún particular, antes de haber sido leído y aprobado por los jueces que para ello hubieran designado los guardianes de las leyes".
Leyes sobre las fiestas. Platón propone copiar el método de los egipcios y "dar carácter sagrado a toda danza y a toda música; determinar primeramente las fiestas, ordenar por adelantado, para todo el año, las festividades que se habrán de celebrar, las épocas en las que habrán de celebrarse (...) Luego, determinar qué himno se habrá de cantar al sacrificar a los dioses, y con qué danzas habrá que honrar tal y cual sacrificio (...) Al que presentara en honor de algún dios otros himnos u otras danzas que estos, le expulsarán los sacerdotes y sacerdotizas, en colaboración con los guardianes de las leyes (...)".
Ley sobre las edades para el consumo de vino. Los menores de 18 años se deberían abstener del vino, los jóvenes hasta los 30 lo tomarían con moderación, sin excesos ni embriaguez, mientras que cuando se hallen camino de los 40, se podría llamar a los dioses para que den vino a los hombres y remediar la sequedad de la vejez, de manera que reviva la juventud perdida.
Leyes sobre la conducta a seguir en los banquetes. Platón dice que es necesario formular "Leyes para beber en los banquetes, leyes capaces de reducir al orden al exaltado, al descarado, que resulta más insolente de lo razonable y no quiere aceptar el orden, ni el turno que le toque para callarse, hablar, beber y cantar, y que le hagan hacer deliberadamente todo lo contrario, leyes que, cuando entre en escena la osadía malvada, sean capaces de lanzar contra ella y de oponerle (...) el mas bello y noble de todos los temores (...) denominado sentimiento del propio honor y vergüenza". En este mismo sentido, Platón mira con simpatía la ley de Cartago, según la cual (entre otras cosas) "en la ciudad, nunca un esclavo hombre o mujer, toma vino ni lo toman los magistrados durante el año de su magistratura, (...) ni tampoco por la noche cuando un hombre o una mujer tienen intención de procrear hijos".
Leyes sobre la acumulación de la riqueza. Partiendo de la idea de que una legislación correcta debe pretender que la ciudad sea lo mejor posible y los más feliz que pueda, es decir, debe procurar a los ciudadanos la mayor felicidad y tanta amistad mutua como sea posible, y teniendo en cuenta que los ricos no son buenos y por lo tanto tampoco son felices, es necesario limitar la acumulación de riquezas. Pero también se hace necesario, según Platón, limitar la pobreza. Es decir, la legislación debe poner un límite tanto a la excesiva riqueza como a la excesiva pobreza, ya que ambas cosas dan lugar al peor mal que puede haber en una ciudad: la escisión. De esta manera, la riqueza buena es aquella equilibrada y armónica, que proporciona una vida alejada del dolor.
El límite para la pobreza estará dado -en el modelo de ciudad- por el valor del lote inicial, "valor que debe subsistir y que ningún magistrado permitirá que disminuya nunca para nadie (...)". El límite para la riqueza, en el mismo modelo, será según Platón el siguiente : "(...) el legislador permitirá se llegue a adquirir el doble, el triple o aún el cuádruple; pero si las adquisiciones de alguno sobrepasan esta medida (...) si lo cede a la ciudad y a los dioses, merecerá la buena fama y se verá libre de multa (...)", de lo contrario, por supuesto, será castigado con la pérdida de parte de su riqueza.
Para llevar un control de las adquisiciones, todas ellas "(...) se inscribirán en un registro público ante los magistrados que designe la ley (...)". En el mismo sentido, Platón dice que "(...) no se permitirá a ningún ciudadano poseer la más pequeña cantidad de oro o plata, a no ser tan sólo la moneda necesaria para los intercambios cotidianos (...)". "(...) No se depositará dinero en manos de aquel en quien uno no tenga confianza; y tampoco se prestará con interés (...)". "(...) Estos son los mejores principios del comportamiento en una ciudad (...)" y agrega: "en un sistema así (...) apenas si existen los negocios y el tráfico, y este sistema lleva consigo el que esos sean inútiles y está prohibido a todos el dedicarse a ellos (...)". Incluso cuando uno se casa o da en matrimonio a una hija suya "(...) no debe dar ni aceptar absolutamente ninguna dote de cualquier valor que sea (...)".
Leyes sobre viajes. "Si sucede que un particular tenga que hacer algún viaje, que lo haga, contando con la aprobación de los magistrados (...)".
Leyes sobre la expresión de los sentimientos. "(...) es menester reprimir las risas y los llantos inmoderados e intempestivos (...) y que (...) intenten esforzarse en poner siempre buena cara (...)".
Normas sobre el uso del tiempo. Los pobladores de la ciudad deberán darle al cuerpo los trabajos y alimentos que convienen, y al alma los conocimientos y los hábitos que le correspondan. Para esto "(...) es necesario establecer una reglamentación que prescriba a todos los hombres libres la manera de emplear cada una de las horas de su tiempo, sin interrupción, desde el amanecer hasta la madrugada y la salida del sol siguientes". El cumplimiento de este tipo de normas, como por ejemplo, dormir poco, no será legislado específicamente, sino que se deja su sanción a la moral.
Normas sobre la vida doméstica. Platón considera necesario normar la vida individual y doméstica, que lleva consigo una multiplicidad de pequeños actos que se realizan fuera de las miradas de la demás gente, ya que esos pequeños actos crean costumbres diversas en los ciudadanos, costumbres en las que no hay nada de semejante, "lo cual es un mal para las ciudades"[11]. "(...) Esas transgresiones ligeras y frecuentes con que los hombres se acostumbran a desobedecer representan la ruina de las mismas leyes escritas". Platón plantea:
Imponer ejercicios a los fetos a partir de obligar a las madres a que hagan ejercicio físico.
"La mujer que esté encinta modelará a su recién nacido como si fuera cera mientras él es tierno y hasta los dos años lo deberá envolver en pañales (...)".
"A las amas las obligaremos, con una ley y bajo pena de multa, a que lleven encima siempre a los niños (...)".
Una vez que los niños sean fuertes como para sostenerse de pie, habrá que "poner mucho cuidado en que no se les tuerzan las piernas (...) y deberán seguirlos llevando hasta que cumplan los tres años (...)"
Durante el período de la concepción, la mujer encinta no se deberá entregar a placeres frecuentes e inmoderados, sino que debe conservar durante todo el tiempo de embarazo el humor sereno, dulce y apacible. Esto es para moldear la personalidad del futuro niño según los parámetros de lo bueno y de la virtud.
Las comidas se procurarán en común, a los hombres en salas separadas, y en salas cercanas a las personas de sus casas, a las jóvenes y a sus madres. Presidentes y presidentas "encargados de dar la señal para el fin de esas comidas, observarán y vigilarán diariamente la conducta de los comensales".
Platón, Las leyes, Libros II, V y VII, en Obras Completas, Madrid, Editorial Aguilar.
[1]Pero además de la posesión del saber, la élite es la "intérprete" de los dioses. Aparece así el factor externo de los dioses, son ellos quienes les han dado el conocimiento, por lo tanto está absolutamente justificado como verdadero. Además, según afirma Platón, "El hombre (...) no ha sido hecho sino para ser un juguete en manos de la divinidad, y esto es lo mejor que hay en él".
[2]De ahí la admiración de Platón por la organización social de Egipto, en donde las pinturas o las esculturas de muchos milenios atrás "(...) no son ni más bellas ni más feas que las de hoy en día, y están estas elaboradas con una técnica idéntica".
[3]Luego de haber reservado un lugar para Hestia, Zeus y Atenea, y un recinto al que se le dará el nombre de acrópolis y que estará rodeado de una muralla.
[4]En el sentido de que tendrán menor extensión si las tierra es buena, y mayor si es mala.
[5]Cada una con un dios que le haya tocado en suerte.
[6]En esta cita se aprecia explícitamente la aversión de Platón por la diversidad.
[7]En referencia a las normas y las leyes.
[8]Las normas son las leyes no escritas, que son tan fundamentales como las leyes escritas para el ordenamiento de la ciudad. Según Platón, un gran número de usos y costumbres, debido a su vital importancia, afluyen constantemente a la legislación escrita, haciendo aumentar su extensión.
[9]El de la ley.
[10]Leyes que no se pueden transgredir ni en una sola nota, ni en un sólo paso de danza.
[11]En tanto las leyes están hechas para hacer felices a los hombres, su aplicación en la administración de la casa y de la ciudad hará a los hombres felices.