Breve historia del medio seleccionado
El diario Clarín salió por primera vez a la calle el 28 de agosto de 1945. Fundado por Roberto Noble, hasta principios de los años 80 estuvo dominado por la línea política desarrollista. Según comenta Eduardo Durruty -Secretario General de Redacción del 71 al 76- “el desarrollismo influía en las noticias porque Noble era desarrollista y, es más, siempre discutía con Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi porque él se consideraba el inventor del desarrollismo”. Uno de los primeros hechos claves dentro de su historia fue haber aprovechado la discriminación en la distribución de papel que el gobierno peronista ejercía contra La Prensa, y así ganarle a este diario el negocio de los avisos clasificados. Según comenta Héctor Magnetto, actual Vicepresidente Ejecutivo del Grupo Clarín y Director Editorial del diario, “La Prensa perdió el 63% de los avisos clasificados por falta de papel para imprimirlos. Parte de ese porcentaje fue absorbido por el naciente Clarín”.
El diario comenzó a crecer hasta convertirse en un factor de poder a partir del gobierno desarrollista de Arturo Frondizi (1958-62). Este gobierno, ayudó a Clarín a comprar las primeras rotativas con créditos del Banco Nación muy ventajosos para Noble. El funcionamiento y la primera modernización del diario se produjeron en gran medida gracias al apoyo del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), partido que nucleaba a los desarrollistas.
En enero de 1969 murió Noble. Para ese entonces, Clarín ya era el matutino de mayor tirada, con 320.000 ejemplares los días de semana y 500.000 los domingos. La Razón tiraba entre sus dos ediciones 500.000 ejemplares, pero era un diario de la tarde que, según Durruty, no era competencia. Además, “Clarín ya había acaparado todo el mercado de avisos clasificados, lo que daba fuerza a su tirada y mayor porcentaje de centímetros de avisos en sus páginas”. De todas maneras, hacia 1971 la situación financiera del diario era mala.
La muerte de Noble, que era un director-propietario a la vieja usanza, generó una lucha interna por el poder, que “fue decantando y definió dos grupos: por un lado el grupo Werthein (del Banco Mercantil) que era fuerte acreedor del diario, con ramificaciones políticas -una línea del radicalismo- y vinculado a la estructura administrativa de Clarín; por otro lado, los desarrollistas, con Frondizi y Frigerio, que estaban “infiltrados” en la redacción [aunque] era una infiltración convenida con algunos desarrollistas, como Oscar Camilión y la gente de la sección economía. Este último sector fue el que se impuso en la lucha”[1]. Como dice Rogelio Frigerio en la nota El hombre que sabe demasiado, “Cuando se produjo la muerte de Noble, en el MID nos pusimos de acuerdo para comandar los destinos del diario”.
En cuanto a la propiedad de Clarín, esta pasó íntegramente -99% de las acciones- a manos de la viuda de Noble, Ernestina Herrera, tal como lo había dejado escrito Noble en su testamento.
Durante toda esta época, el desarrollismo definió la postura política del diario, con una bajada de línea clara según Durruty. Magnetto confirma lo dicho al dar un dato interesante “Hasta los ‘80, Cytrynblum, ya secretario general, salía todas las tardes hacia el piso de la calle Córdoba, donde la cúpula desarrollista tenía sus oficinas, con lo que se publicaría al día siguiente”[2]. Hacia fines del 71, el grupo vinculado a Werthein salió de Clarín, una vez que éste le pagó lo que le adeudaba. Por la misma época, Oscar Camilión -hombre del desarrollismo- pasó a tener funciones ejecutivas y fue nombrado administrador del diario. Fue él quien llevó al diario a Hector Magnetto y a un grupo de desarrollistas muy jóvenes que asumieron funciones gerenciales y que empezaron a ejercer con cierta independencia cuando Camilión se retiró del diario a fines del ‘72.
Durante los años del Proceso, Clarín realizó su primera expansión, con la compra de las acciones de Papel Prensa a la familia Graiver, en sociedad con La Nación, La Razón y el Estado militar.
La desvinculación de los desarrollistas se produjo hacia 1982, cuando la viuda de Noble decidió que debían retirarse del diario, y entonces se inclinó ya definitivamente hacia Héctor Magnetto y sus amigos José Aranda y Lucio Pagliaro.
Qué analizaremos
Hemos elegido para el análisis las noticias sobre la llamada guerra sucia presentes en la sección política de Clarín. Dentro del diario, esa sección ocupa la primera ubicación jerárquica, desde la página 2 en adelante. En promedio ocupa unas 4 páginas y presenta una foto pequeña cada 2 páginas.
El período estudiado es de 7 días, del 17 al 23 de agosto de 1976.
Elegimos ese año porque fue en el que mayor cantidad de desaparecidos hubo: según el libro Nunca Más[3], un 45% de las desapariciones documentadas entre 1973 y 1983 sucedieron durante ese año[4]. Además, según la misma fuente, es el primer año en que se produce un aumento fuerte de la cantidad de cadáveres cremados en el cementerio de la Chacarita: de 15405 en 1975, se pasa a 20500 en 1976, para llegar a su pico en 1977 con 32683; en 1980 la cantidad baja a 21381. Si bien esta última cifra es similar a la de 1976, ante lo cual se podría argumentar que es su valor normal, a la CONADEP le llama la atención que paralelamente a las anteriores cifras, en los años 76-78 se haya producido una caída grande del número de personas NN que ingresaron al cementerio: de 66 cuerpos ingresados en 1975, se pasa a tan sólo uno en 1976, 8 en 1977, ninguno en 1978 y 16 en el 79.
Lo mismo sucede con el entierro de cadáveres por muerte violenta: de 232 cadáveres en 1975, se pasa a 9 en el 76, 26 en el 77, 2 en el 78, hasta llegar a 93 en el 80. Frente a estas cifras, el Nunca Más concluye “Sin abrir juicio definitivo sobre el significado y alcance de los guarismos anotados, no sería arbitrario presumir que la merma en el ingreso de NN y de muertos por causas violentas durante el período crítico, con la contrapartida de la decisión de aumentar la actividad del horno crematorio, bien podría deberse a que, por regla general, los ‘abatidos en enfrentamientos’ eran ingresados y cremados al margen de toda registración”[5]. A continuación, el libro incluye el testimonio de Fernando López (Legajo Nº3926), que apoya la hipótesis propuesta.
La elección de esa semana se justifica por la aparición -el 20 de agosto- de 30 cadáveres dinamitados en Pilar, que según el artículo Escuela de Mecánica de la Armada. Historia de la Guerra Sucia en la Argentina, se debió a una represalia de los militares ante el asesinato del general (RE) Omar Carlos Actis, quien era presidente del Ente Autárquico Mundial 78. A partir de este hecho, el trabajo se basará en el análisis de la violencia y cómo aparece representada en la sección política del diario.
Análisis de los elementos y operaciones discursivas realizadas por Clarín.
Importancia de las notas sobre la guerra sucia en la sección
De las 52 notas que salieron publicadas a lo largo de la semana en la sección política del diario, 15 se refieren a la guerra sucia, lo cual ubica temáticamente a ese tipo de noticia en la primera posición cuantitativa. Las notas aprecidas en los 7 días se refieren a:
La guerra sucia: 15
De agenda[6]: 12
Judiciales[7]: 9
Político-económicas: 5
Jerarquía militar: 3
Políticas del gobierno[8]: 3
Columna de análisis: 3
Editorial: 1
Histórica: 1
La posición jerárquica de esas notas no es la principal. Generalmente las noticias referidas a la subversión aparecen luego de la página 4, dejando las páginas 2 y 3 para notas de agenda, político económicas y de políticas del gobierno. Ni siquiera la nota del asesinato del general Actis logró ocupar las las paginas 2 ó 3; se publicó en la 4. En cambio, el tema saltó a la máxima posición jerárquica cuando al dia siguiente aparecieron los 30 cadáveres dinamitados en Pilar.
Características de las notas
Fuentes
Las notas referidas a la guerra sucia utilizan como fuentes los informes y comunicados de los distintos Comandos del Ejército. Luego de un breve encabezado en el que se informa la muerte de 5 extremistas, Clarín dice: “Respecto de estos hechos el Comando del Cuerpo dio a conocer un comunicado en el que señala (...)” (22/8/76, pág.6). Un día después, el diario informa sobre la captura de varios subversivos de la siguiente manera: “El Comando del Segundo Cuerpo del Ejército informó (...)” (23/8/76, pág. 2). Esto se repite constantemente.También son fuentes las declaraciones u opiniones de mandos militares y los voceros castrenses. No hay trascendidos. Esto provoca que las únicas voces que tienen cabida en ese tipo de noticias sean las militares.
El resto de las noticias de la sección se nutre de: Télam, Noticias Argentinas, AFP, AP, Reuter, Latin, EFE, medios oficiales, corresponsales y agencias del mismo diario en las distintas provincias. En este grupo se incluyen también los trascendidos, especialmente en las notas de agenda, judiciales y también en las de política económica. por ejemplo “De acuerdo con otros trascendidos difundidos y no desautorizados, se indica que las enmiendas sobre la duración de los contratos (...)” (22/9/76, pág. 2); “Trascendió que consideraron, fundamentalmente, la marcha del Proceso de Reorganización Nacional (...)” (19/8/76, pág.3).
En una oportunidad, se utilizó como fuente de información a la revista española “Cambio 16”, cuando esta investigó el crimen subversivo del general Cardozo. Por otro lado, AP, Reuter, Latin y AFP fueron utilizadas sólo en los casos en los que se habla de un hecho internacional -que generalmente es regional, p.e. “Un cable de la agencia Latin informa que en fuentes allegadas a la cancillería del Uruguay se estimó que ambos ministros, entre otros temas, conversaran sobre (...)” (23/8/76, pag. 3).
Palabras militares en el discurso
La presencia constante de los comunicados en las noticias hizo que el discurso periodístico se militarizara. Como ejemplo, mencionamos las siguientes palabras:
elementos: “... Ana María González, autora material del crimen, quien estaba junto a otros elementos sediciosos” (22/8/76, pág. 7)
abatidos: “Cinco extremistas fueron abatidos en Córdoba por las fuerzas de seguridad...” (22/8/76, pág. 6)
interceptores: “Los interceptores se desplazaban en una pick-up amarillo verdosa...” (20/8/76, pág. 4)
sedicioso: “Juan Carlos Leonetti, muerto en el enfrentamiento en el que fue abatido el jefe sedicioso Mario Roberto Santucho” (20/8/76, pág. 3)
rastrillaje: “En las últimas horas se continuaba el rastrillaje en la zona...” (20/8/76, pág. 4)
procedió a: “...ante la denuncia de los pobladores, procedió a efectuar un reconocimiento en la zona” (20/8/76, pág. 4)
repelió: “De inmediato se repelió la agresión...” (20/8/76, pág.4)
Uso de la voz pasiva e impersonal
Otra de las huellas que señalan la presencia del discurso militar dentro de la sección es el uso de la voz pasiva, presente en los titulares, las bajadas y la notas. Ilustramos:
“Aparecieron en Pilar 30 cadáveres” (Titular, 21/8/76, pág. 2).
“Córdoba: desbaratan un plan extremista” (Titular, 21/8/76, pág. 2).
“Descubren en San Juan un centro para entrenamiento de sediciosos” (Titular, 20/8/76, pág. 4).
“Cinco extremistas abatidos y el secuestro de gran cantidad de material subversivo fue el saldo de distintos procedimientos anti-subversivos llevados a cabo por efectivos de seguridad en operaciones” (Bajada, 19/8/76, pág. 7).
“Un campamento extremista fue destruido en San Juan por efectivos conjuntos de seguridad en la zona denominada ‘La Rinconada’. Durante las operaciones fue abatido un extremista...” (1er. párrafo, 20/8/76, pág. 4).
En la época y para Clarín, la política fue a los militares como la crónica a los comunicados. El discurso periodístico de la sección política de Clarín tomó una de las formas de escritura del discurso militar, el comunicado, y lo citó constantemente, siendo parte fundamental de las notas.
Construccion de verosimilitud
Clarín construye la verosimilitud de las noticias referidas a la guerra sucia a partir de la cita textual de los comunicados[9] que terminan por ocupar la mayor parte de la nota. Sólo se agrega una mínima introducción y alguna palabra para hacer más amena la lectura.
Por su parte, la verosimilitud del comunicado está dada a través de la minuciosidad con que se relata lo sucedido. Se detalla el lugar, la hora precisa, cómo suceden los hechos y otros datos como tipo, modelo y color de los autos utilizados por los extremistas y el calibre y modelo de las armas incautadas. En una nota del 20 de agosto se puede leer en Clarín (pág. 4): “Se secuestró lo siguiente: una ametralladora anti aérea incompleta, una escopeta de repetición marca Winchester modelo 12-16, una pistola automática calibre 22 larga, una pistola Bersa, una pistola calibre 38 marca Star, un revólver calibre 32 largo, 5 fundas para armas largas, 7 cajas de cartuchos 7, 65, una caja con cartuchos 11, 25, una bolsa con agua, 19 frazadas y dos bicicletas. Esto se repite en las notas de los días: 18 de agosto (pág. 5), 19 de agosto (pág. 7), 20 de agosto (pág. 4), 22 de agosto (pág. 6) y 23 de agosto (pág. 2).
En la nota del 23 de agosto llama la atención la forma en que se menciona la “literatura subversiva” entre el listado de las armas de guerra secuestradas: “En el depósito se hallaron cuatro fusiles FAL con sus respectivos cargadores; una pistola ametralladora; 26 granadas de fragmentación; detonadores; explosivos; equipos; correajes y literatura subversiva”.
El caso de los 30 cadáveres dinamitados en Pilar
Un ejemplo de utilización política encubierta de una noticia lo encontramos en una nota de Clarín que da cuenta de la aparición de 30 cadáveres dinamitados en Pilar[10]. Según dice el artículo Escuela de Mecánica de la Armada. Historia de la guerra sucia en la Argentina, la matanza fue realizada por los militares en el poder. Pero en aquel momento Clarín construye otra realidad. A través del diario, el gobierno expresa repudio ante lo acontecido y además lo atribuye a “la demencia de grupos irracionales que con hechos de esta naturaleza pretenden perturbar la paz interior y la tranquilidad del pueblo argentino, así como también crear una imagen negativa del país en el exterior”. Además, Clarín cita la opinión del jefe de la Policía General Edmundo Ojeda, quien dice “(...) este tipo de episodios apunta a tratar de deteriorar la base del proceso de reorganización nacional en que están empeñadas las Fuerzas Armadas”. De esta manera se genera una verdad discursiva que deslinda responsabilidades militares e, implícitamente, atribuye la matanza a los extremistas. Por otra parte, se lee la preocupación del gobierno por el intento subversivo de desvirtuar la imagen argentina en el exterior, que posteriormente se organizaría bajo el lema de la lucha contra la campaña anti-argentina.
Además, esta noticia aparece ubicada al lado de otra que se refiere a las exequias del general Actis[11]. Según el mismo artículo ya citado “Después de las operaciones guerrilleras de envergadura los militares argentinos ejecutan a grandes cantidades de presos políticos como advertencia y represalia. Los episodios más espectaculares de este tipo se produjeron el 3 de julio y el 20 de agosto, luego de los atentados contra la Superintendencia de Seguridad, SS, de la Policía Federal, y el general Omar Actis (...)”. Ahora bien, esto lo sabemos hoy. En aquel momento, el asesinato del general Actis y los 30 cuerpos dinamitados en Pilar aparecen atribuidos a un mismo grupo: los subversivos.
Esto se hace aún más claro en el comentario del día siguiente de Joaquín Morales Solá (única nota firmada en toda la semana, junto con una nota histórica en referencia al 126º aniversario de la muerte de San Martín): “En un plazo de 96 horas desaparecieron dos ex legisladores radicales, mataron a un general retirado y fueron hallados 30 cadáveres dinamitados en Pilar, además de otras muertes aisladas que engrosaron aún más el cuadro de horror. El tema de la violencia también se volcó sobre la mesa de reunión de los generales (...)” (Clarín, 22/8/76, pág. 5). Para entender cómo se escribía esa columna de opinión, citamos lo que nos comentó Eduardo Durruty “La columna se componía de la opinión del Ejército, de la opinión de la Marina, de la opinión de la Aeronáutica y de la opinión de los desarrollistas, todo mezclado, esa era la columna”.
Llama la atención que la noticia no se haya serializado. Tal como dice Stella Martini “La serialización de un tema es la evidencia más fuerte de su institución en la agenda de un medio”[12]. Entonces es notable que la noticia de 30 muertos en Pilar no se haya instalado en la agenda de Clarín, ya que según los criterios de noticiabilidad de Mauro Wolf[13] reúne todas las condiciones: tiene impacto sobre la nación y sobre el interés nacional, es próxima, hay muchas personas implicadas en el acontecimiento, es importante y significativa respecto a la evolución futura de la situación imperante, es una noticia accesible para el tratamiento periodístico, está en consonancia con los procesos productivos de la noticia, puede ser tratada brevemente, está de acuerdo con el lema periodístico “Bad news is good news”, es novedosa y es de baja frecuencia.
Pero en la época de la dictadura los criterios de noticiabilidad[14] en Clarín estaban alterados por un régimen de facto que mantuvo el poder a partir de la “coerción legislativa” y de la coerción física.
Mencionamos a continuación algunas medidas tomadas por la Junta Militar en 1976 que afectaron la labor periodística.
Comunicado Nº 19: Hizo saber que sería “reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado al que por cualquier medio difundiere, divulgara o propagara comunicados o imágenes provenientes o atribuidos a asociaciones ilícitas o a personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o de terrorismo”; ”reprimido con reclusión de hasta 10 años al que por cualquier medio difundiere, divulgara o propagara noticias, comunicados o imágenes con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar la actividad de las fuerzas armadas, de seguridad o policiales”.
Ley 20.840: Prohibía la publicación de aquello que se considerara peligroso.
Ley 21.776: Modificaba el Código Penal y agregaba Comunicados sobre delitos de prensa y Disposiciones Especiales sobre prohibición de publicaciones relativas a la subversión y otras.
Es a través de toda esta legislación (y lo no legislado también) que se puede hablar en el período de un gatekeeper militar, que controla los flujos de información[15]. Este gatekeeper en Clarín tenía nombre y apellido, el contraalmirante Montemayor, que según cuenta Eduardo Durruty era “un censor informal que se pasó como 20 días yendo al diario a las 8 de la noche” y que a la fecha 22/4/76 parecía estar bastante conforme con el comportamiento de la prensa, tal como lo manifestara el ministro del Interior general Harguindeguy en una nota de Clarín: “los medios de difusión son los encargados de informar al pueblo, labor que se está cumpliendo magníficamente, con excepción de algunas publicaciones que bajo título de apoyo al accionar del gobierno informan y comentan lo contrario (...) Debe guardarse cautela al transmitir informaciones. Nosotros hemos hablado en parte de una cierta autocensura (...) (Clarín, 22/8/76, pág. 3).
Esta declaración concuerda con lo manifestado por Luis Gregorich: “(...) los grandes empresarios periodísticos pactaron explícitamente con los gobernantes castrenses una serie de pautas de autocensura que serían metódicamente cumplidas en los años que siguieron. La excusa básica era ‘no favorecer’ a las organizaciones guerrilleras, aunque ello llevara a la desinformación del conjunto de la población”[16]. También está en consonancia con la opinión del ya citado Robert Cox, aunque él va un poco más allá: “Pero igual la censura era sólo una parte pequeña de la falencia de la prensa, porque la manera que jugaron a esto era que había una cobertura increíble, que usualmente no era cobertura directa de la fuente, sino que era cobertura a través de los comunicados de las atrocidades cometidas por los terroristas (...) así se creó la impresión de que los terroristas eran el único enemigo en la Argentina, y que tenían que ser derrotados”[17].
Durruty comenta “reventaban a 30 tipos en Pilar y a la media hora hoy habría cámaras de televisión y al menos 10 cronistas de revistas y diarios; en aquella época no iba nadie, entonces vos tenías que esperar que llegara el comunicado, ¡para qué ibas a ir!, ¿ibas a mandar a un fotógrafo?. Hubo un comportamiento absolutamente anormal del periodismo”.
Voces
En el corpus analizado hemos detectado justamente lo que dice Durruty. La mayoría de las notas sirven como disparadoras para la introducción de la palabra de algún militar o la difusión de algún comunicado proveniente de algún cuerpo del Ejército. El diario no tiene voz propia. No interviene. No manda corresponsales. No hace más que reflejar lo que dicen los militares, salvo en la única nota firmada de la semana -de Joaquín Morales Solá- en la que, como ya señalamos previamente, se observa una relativización y generalización de los hechos comentados (Clarín, 22/8/76, págs. 4 y 5).
En el caso de los dos ex diputados desaparecidos -Hipólito Solari Yrigoyen y Mario Amaya-, Clarín publica “el ministro del Interior, general Albano Harguindeguy, indicó que se preocupa personalmente del problema con miras a establecer el paradero de los dirigentes políticos desaparecidos” (20/8/76, pág. 4) y también publica dos días después, de boca del mismo general, que las fuerzas armadas ya habían solicitado informes al comando del quinto cuerpo del ejército y a las autoridades policiales de la zona en que se produjo el presunto secuestro (22/8/76, pág. 3).
No hubo investigación periodística alguna, mientras que ambos ex diputados se encontraban alojados en el regimiento de Comandantes 181 de Bahía Blanca, donde fueron cruelmente torturados, según informa el libro Nunca Más[18]. Y, como asegura Verbitsky, “tanto las agencias noticiosas, como los diarios, revistas, radios y canales de televisión conocían las prácticas de secuestro, reclusión y tortura mientras estas se estaban realizando”[19].
Imaginario
El hecho de que Clarín y la sociedad entera pudieran ser penetrados tan profundamente por un simplismo maniqueo bien-mal está estrechamente relacionado con el imaginario social que se fue conformando en ese momento histórico. Entendemos por imaginario al “conjunto de imágenes, la representación hecha de memoria, experiencias y proyectos y/o utopías, de que se vale un grupo social para explicar, organizar, ordenar el mundo social, situarse y actuar en él”[20].
Un imaginario, que históricamente en la Argentina ha tendido hacia el maniqueísmo y a entender la política en términos de guerra, le fue básico a las Fuerzas Armadas en la legitimación de su autoridad para el ejercicio del poder. El enemigo estaba en la misma sociedad y eran los subversivos. Ellos eran los nuevos salvajes en la nueva verdad de Seguridad Nacional. La única forma de terminar las guerrillas internas y volver al orden era recurrir a las fuerzas militares, al golpe de Estado. La violencia aparecía como inevitable para alcanzar este objetivo y hacer un país mejor. Como observa Sarlo, en un primer período había “un discurso presidencial que prometía una sociedad pluralista para el futuro; remitiéndola a la conclusión de la guerra en la cual se habían comprometido las Fuerzas Armadas”[21]. En una nota titulada: “Massera: la subversión está aniquilada” se lo cita afirmando que “existe una campaña de difamación contra los objetivos de la revolución del 24 de marzo pero la realidad es que en este momento estamos tratando de ordenar el país y ese es un proceso largo y difícil” (Clarín, 19/8/76, pág.4).
Clarín sólo explicita su postura en el editorial[22] del 19 de agosto (pág. 6) donde sostiene que “Resulta inconveniente (...) que desde distintos centros de opinión, sedicientes de alcance permanente, se interprete cada invitación al diálogo como un avance retornista hacia la institucionalización preexistente, sin que se haya consumado la organización, no sólo del Estado, sino de las estructuras económicas y sociales”.
Lucha entre dos verdades
En definitiva y como dice Feinmann[23], una lucha entre dos verdades antagónicas se venía dando en el marco de un gobierno que estaba cada vez más aislado. La verdad de Seguridad Nacional versus la verdad de la Juventud Peronista. La primera verdad triunfó, llegando al poder mediante el golpe del 22 de marzo de 1976. De ahí en más, los “grandes planes” serían aniquilar a la otra verdad e imponer el viejo modelo de la gran burguesía “liberal”. Clarín no fue más que un instrumento, un reflejo de esta verdad triunfante. El discurso militar invadió su sección política. Y la guerra sucia se instaló allí, destacando las victorias del bando que tenía todo por ganar.
Y no es de sorprender, ya que la verdad en el poder (al igual que una parte importante de la que estaba siendo derrotada) entendía la política como una guerra.
Como se pregunta Luis Gregorich ¿qué posición asumirían los empresarios periodísticos? “Desde la perspectiva de la empresa privada, y la filosofía política de quienes la titularizan, obviamente el gran peligro residía en las postulaciones de los grupos guerrilleros. De tal modo, mientras el Proceso (...) se ajustara a su proclamada tarea de limpiar el país de ‘subversivos’, las empresas lo apoyarían sin duda”[24]. Según Durruty “Las empresas periodísticas adoptaron una posición: el apoyo al proceso de exterminio de la guerrilla”.
Conclusiones sobre la imagen construída de la dictadura militar. Simbolizaciones y valorizaciones referidas al medio.
Recordando que en las noticias referidas a la guerra sucia Clarín lo único que hacía era citar comunicados, creemos conveniente pensar que fueron los militares quienes hicieron una construcción de verdad a través de distintos medios, en este caso Clarín. Veremos aquí entonces, cómo se construyó esa verdad a través de Clarín.
Según lo observado en las notas, detectamos las siguientes invariantes:
Los extremistas son abatidos en enfrentamientos.
Son los subversivos, en la mayoría de los casos, quienes atacan deliberadamente a las fuerzas del orden, las que deben repeler la agresión.
El resultado de los enfrentamientos es la muerte de extremistas y en ciertas ocasiones algún militar resulta herido.
Los extremistas que no son muertos, huyen. Es decir, se presenta el mecanismo con el que operan como ataque-huída, apareciendo así no sólo como asesinos sino también como cobardes.
Nunca se cita ninguna declaración de familiares, conocidos, etc. de los subversivos abatidos.
Se detalla el material secuestrado.
Por un lado, existe una concepción diferente de la violencia dependiendo de quién es el que la ejerce. Cuando viene del lado subversivo es concebida como un ataque irracional, antinacional, anticristiano y esquizofrénico. En cambio, cuando son los militares quienes la ejercen, lo hacen siempre como defensa ante el ataque previo de los guerrilleros, y por lo tanto como un mal necesario para mantener la conducción nacional y la integridad del país. Esto aparece representado en varias notas del diario.
Ante el asesinato subversivo del General Actis, Clarín cita las declaraciones del General Urricariet: “(...) El General Actis nos deja el ejemplo de toda una vida, de toda esa forma de vida que él transitó y que lo hizo preso del militarismo irracional. Porque segar la existencia de un militar bizarro, al tronchar la vida de un esposo y padre cristiano, los esquizofrénicos delincuentes sin patria, en la desesperación de la segura derrota, que ya vislumbran, echan mano de la cruenta y vil asechanza como último estertor de una agonía de que están padeciendo” (21/8/76, pág. 3).
"Cuatro extremistas que atacaron a balazos a una patrulla militar fueron abatidos en Rosario al ser repelido el ataque por los efectivos en operaciones, según dio cuenta el comando del II Cuerpo del Ejército”. Al referirse a otros dos abatidos, Clarín redacta “El comunicado del comando de la zona 1 que da cuenta del hecho (...) agrega que ‘al serle impartida la voz de detención, los delincuentes atacaron con armas de fuego a las fuerzas conjuntas, las que repelieron la agresión (...)” (18/8/76, pág.5).
“‘En la madrugada del 18 de agosto -prosigue el parte- efectivos militares y policiales que operaban en esa zona fueron atacados por un individuo que les abrió fuego. De inmediato se repelió la agresión (...)” (20/8/76, pág.4).
Esta idea de que siempre son los subversivos quienes atacan, hace que cuando alguno de ellos es abatido se lo caratule como muerte en enfrentamiento armado. Esta era, según la Conadep, una de las técnicas utilizadas para enmascarar la muerte ilegal de prisioneros: “Si el destino que tenían asegurado era la muerte, caían acribillados en un ‘intento de fuga’ o aparecían abatidos en un ‘enfrentamiento armado’”[25]. Esa fue la suerte de quienes no ingresaron en la categoría de desaparecidos como Fernando Héctor Flores y María Raquel Laleuf (19/9/76, pág. 7), Mario Roberto Santucho (20/8/76, pág. 3), Ricardo Daniel Tramintini y Liliana Rinaldi de Paez (22/8/76, pág. 6) y tantos otros.
La muerte de gente que integra el “bando del mal” es destacada como una noticia positiva, como una victoria en el marco de lo que los militares plantearon como una guerra, “la guerra sucia”, que hacia 1976 prácticamente ya habían ganado las FFAA. Este planteamiento belicoso está presente en Clarín, cuando el diario cita determinadas declaraciones o incluye el siguiente material en las notas:
Massera: la subversión está aniquilada (titular). El comandante general de la Armada (...) señaló que “la guerrilla ha sido aniquilada en la Argentina” (...) Afirmó que “en Buenos Aires se vive normalmente y nada indica que exista una situación excepcional”, y que las pérdidas de vidas “no son mayores que las que ocurren en los demás países que luchan contra la subversión” (19/8/76, pág.4).
En Clarín, 20/8/76, pág.4: “Cabe consignar además, que los generales en actividad recibieron ejemplares de un libro editado por el Comando General titulado “Páginas para su historia”. “En esa publicación se hace referencia a diversos actos protagonizados por oficiales superiores, jefes, oficiales, suboficiales y soldados en la lucha contra la subversión". “Bajo un subtítulo que dice “En reconocimiento eterno” se consigna la lista de militares caídos en la lucha antisubversiva -noventa en total- que comienza con (...)”.
El 22/8/76 pág.3 Clarín cita las siguientes declaraciones del general Harguindeguy: “dijo luego que la organización extremista declarada ilegal en 1973 ‘estaba desbaratada’, mientras que la otra ‘tiene todavía cierta capacidad operacional’, que disminuye ante la acción de las Fuerzas Armadas y de seguridad. (...) El ministro se había referido anteriormente a la situación de las provincias en general, señalando que ‘(...) en muchos casos se están poniendo en marcha los grandes planes que culminaran en 1977 y 1978’”.
De esta manera Clarín, según términos de Lucrecia Escudero[26], puso en circulación un sistema narrativo censurado que se fijó en un determinado momento de la semiosis social para ser reconocido como verdadero bajo ciertas condiciones de consumo. El diario, construyó mundos posibles que crearon una semiosis que se detuvo cuando Clarín decidió retirar ese mundo de su agenda, para incluir otro que en su momento había ocultado: el mundo de las desapariciones y las violaciones a los derechos humanos que, según Horacio Verbitsky y Robert Cox, todo el periodismo conocía previamente. El hecho de que aquellos mundos posibles hubiesen sido falsos, o incompletos, no sólo no le quita verosimilitud a su construcción, sino que ni siquiera puso en crisis el contrato mediático, ya que Clarín siguió sumando lectores y creciendo como diario.
[1]Nota a Eduardo Durruty. Ver Apéndice.
[2]Gabriel Pandolfo, “El hombre que sabe demasiado”, en Revista Noticias, 15 de junio de 1996, pág. 103.
[3]Conadep, Nunca Más, EUDEBA, 1984.
[4]Si al año 1976 le sumamos los casos documentados en 1977, llegamos al 80% de las desapariciones del decenio 1973-83.
[5]op.cit. pág. 239.
[6]El detalle de las actividades de Videla y otros mandos militares.
[7]Basadas generalmente en trascendidos, se las utiliza para desvirtuar la imagen de funcionarios del gobierno peronista derrocado, dando a conocer sus conductas corruptas.
[8]Informes y reuniones en los que los mandos militares hacen balances de su gestión.
[9]En realidad, será verosímil si el que lee cree en los comunicados.
[10]Clarín, 21/8/76, pág. 2.
[11]El general, presidente del Ente Autárquico Mundial 78, había sido asesinado el día anterior, supuestamente por subversivos.
[12]Martini, Stella, “El texto periodístico”, en Cuadernos de Teoría del Periodismo Nº14, 1997.
[13]Wolf, Mauro, “El newsmaking: criterios de importancia y noticiabilidad” en La investigación de la comunicación de masas. Crítica y perspectivas. Barcelona, Paidós, 1991.
[14]Más allá de lo relativos y esquemáticos que puedan resultar.
[15]Más allá de que los estudios basados en la idea del gatekeeper hayan sido reemplazados hace algunos años por el estudio del newsmaking, consideramos pertinente hablar de un gatekeeper militar debido a que existía en aquel momento una fuerte estrategia de desinformación de la sociedad por parte de la Junta Militar en el poder.
[16]Gregorich, Luis, “La prensa durante el proceso: un testimonio”, pág. 73, en Unidad 2 de Diseño de la Información Periodística, CECSO, 1998. Un ejemplo de censura que salta a la vista en Clarín es la prohibición que tienen los medios de mencionar a los Montoneros y el ERP. Para evitar su mención, se refieren a ellos como “la organización extremista declarada ilegal en 1975”, “la organización delictiva declarada ilegal en 1975” o “la organización extremista declarada ilegal en segundo término”; o como “la organización extremista declarada ilegal en 1973” o “la organización extremista declarada ilegal en primer término”.
[17]Uki Goñi, La prensa bajo la dictadura, entrevista a Robert Cox, Buenos Aires, 1993.
[18]Conadep, Nunca Más, EUDEBA, 1984, pág. 249.
[19]Verbitsky, Horacio, “Una experiencia de difusión clandestina y participación popular”; en Rodolfo Walsh y la prensa clandestina 1976-1978.
[20]Martini, Stella, “Imaginarios sociales e identidades: una aproximación”, en Cuadernos de Teoría del Periodismo Nº15, 1997.
[21]Sarlo, Beatriz, “El campo intelectual: un espacio doblemente fracturado”, en Diseño de la Información Periodística Unidad 1, CECSO, 1998, pág. 23.
[22]Único editorial que en la semana analizada fue incluido en la sección política.
[23]Feinmann, José Pablo, “Política y Verdad. La constructividad del poder” en Diseño de la Información Periodística Unidad 1, CECSO, 1998.
[24]op.cit. pág. 72.
[25]Conadep, Nunca Más, EUDEBA, 1984, pág. 229.
[26]Escudero, Lucrecia, “El contrato mediático”, en Malvinas: el gran relato. Fuentes y rumores en la información de guerra, Barcelona, Gedisa, 1996.