Hay quien ha definido que el periodismo escrito en la actualidad parece encaminado a una crisis de crecimiento, a una pérdida de autoridad y de confianza del público. Por otra parte, la televisión es acusada de imponer los principios de legitimación en el campo periodístico general.
Sin embargo, hay quienes sostienen -como Jesús Canga Lunequi- que el periodismo escrito no se encuentra frente a esa crisis, sino todo lo contrario. Se da como argumento que la tirada media de los diarios ha aumentado en la mayor parte de los países. Habría que ver si esto es por el aumento de la población o si efectivamente hay un mayor porcentaje de la gente que lee periódicos.
Ahora que no exista una crisis de crecimiento no quiere decir que no haya una pérdida de autoridad y de confianza de parte del público. Yo creo que esto sí está sucediendo, al menos en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, lugar del país donde vivo. La desconfianza quedó en evidencia cuando luego del ¿suicidio? de Alfredo Yabrán, la gente no creía en la versión periodística. ¿Pero cómo nos informamos yo o vos de esa tendencia? Seguramente a través de los medios. Ahí se plantea una dualidad que excede el contexto de este ejemplo. Una dualidad que propone por un lado la pérdida de confianza, pero por el otro la profunda necesidad que la gente tiene de los medios. Yo, por ejemplo, estoy podrido del periodismo televisivo. Estoy podrido de ese acoso que hacen, de su falta de respeto, del show que arman de todo, de las coberturas masivas, de las/los modelos que conducen. Pero sin embargo lo consumo. ¿Entonces en qué quedamos? Lo critico pero me entretiene.
Los cambios en la imagen del periodismo creo que provienen de la saturación. Hay demasiado ruido. “Los periodistas ya cansan”, me han dicho varias veces. Y esto se relaciona directamente con el panorama multimediático de la Argentina de los ‘90 y con la revolución tecnológica que ha sucedido. Muchos medios, muchos periodistas, mucha competencia, mucha primicia, mucha estrategia, mucho poder. Y la gente se cansa. Mauro Viale, Chiche, Niembrl, Avila, Clarín y su táctica publicitaria anti-Perfil, Crónica y su pacto con Duhalde, el supuesto robo de Genios por parte de Clarín a Atlántida, Eurnekian ganó la licitación de los aeropuertos, Lanata fuera de la tele, “el pájaro” Embón, los contratos de exclusividad, los jugadores de la selección se pelean con la prensa por haber tirado rumores supuestamente falsos, pero atrás de eso TyC les pasaba plata... Acá está el punto. En el rumor, en lo turbio. Y ante eso, la defensa más fácil es simplificar y generalizar. “Los periodistas me tienen podrido”, se escucha. Aparece la suciedad producto de que la prensa es un actor político cada vez más relevante. Suciedad porque la política argentina actual es bien sucia. ¿Quién duda de eso? La gente descree de los políticos... pero los vota. La gente empieza a descreer de los medios... pero los consume.
¿Qué se le va a hacer? Por ahora tengo problemas más importantes que resolver: llegar a fin de mes, que no me rajen del laburo y que “boquita” salga campeón. ¿Che, va a jugar el Cani o Bianchi lo va a rajar? Me voy a comprar Olé.
Esta sería una postura. Otra es la de un lector atento, selectivo, que busca coherencia entre lo que el medio dice y hace y que por lo tanto mantiene un contrato de lectura más débil con el diario que lee. Sería como el indeciso de la política, por el que los políticos compiten mediante la difusión de imágenes éticas (p.e. propuesta del código de ética de la Alianza). Lo mismo creo que hacen los medios. A ese lector exigente se lo trata de ganar con imagen ética, publicando manuales de estilo, instaurando la figura del ombudsman y lanzando estrategias de diferenciación, como la de Perfil. Un ejemplo de clara diferenciación fue la tapa de la revista Tres Puntos del 11 de marzo del ’98 “La noticia que nadie puede contar”, se leía como título principal, a la vez que se vinculaba a Menem en negociaciones secretas con el CEI y Clarín.
En cuanto al análisis de estas tendencias en relación a la cultura democrática (reciente) de los argentinos, me parece que es positivo que la gente cuestione a los periodistas y que los periodistas se cuestionen entre sí. Habría que ver qué tan profundo puede llegar la crítica. En última instancia, creo que son los grupos o medios más débiles los que más críticos pueden llegar a ser.
El rol central de la tele es tanto cuanti como cualitativo. A Clarín lo leen un millón y medio de personas por día. ¿Cuánto es eso en rating? No mucho. El noticiero 24HS. de Canal 9 debe andar por ahí. Una hora con un millón y medio de tipos mirándola. Cuantitativamente Clarín es 24HS, claro que este análisis simplifica y reduce demasiado las cosas.
Cualitativamente, la televisión creo que impone gustos, costumbres de consumir información. Mezcla de ficción y realidad, narrativización, predominio de lo visual, necesidad de entretener, atención fragmentada, velocidad. Las influencias sobre la gráfica son notables. La concentración fragmentada y menos profunda a la que acostumbra la tele, hace que los diarios deban amoldarse a esas pautas de consumo. Las notas presentan casi todas un resumen de 5 líneas que permite enterarse velozmente de lo que el medio priorizó para pasar velozmente a otra cosa. Dentro de ese zapping que se da entre las noticias de un diario, lo visual adquiere enorme importancia para atraer el ojo hacia la nota. La infografía , definida por Marafiotti como “producto gráfico de la cultura del zapping” es otro ejemplo de la influencia de la TV. Aquí el punto crítico es incluido por Marafioti entre paréntesis “(no toda la información puede someterse a la lógica de la infografía)”, entonces o hay información que corre con desventaja o se la hace aprovechar ese recurso tecnológico reduciendo y simplificando su contenido. Un poco similar al fastthinker televisivo de Bourdieu.
Es interesante la influencia de la tele sobre la fotografía del diario Perfil. Además del gran tamaño de las fotos (algunas incluso ocupan toda una página y a veces más), el color y los juegos de montaje que utiliza en la tapa y la contratapa, aparecen huellas más llamativas todavía, como la reserva de la identidad de menores vinculados a una noticia publicando su foto con el rostro borroneado. Un típico efecto tecnológico de la tele. Por otra parte, es común también ver fotografías que cambian el punto de vista tradicional: muchas veces, en lugar de mostrar la cara de p.e. el ministro Corach, la fotografía muestra a Corach rodeado por una montaña de periodistas.
Tal como dice el texto Diseño y remodelación de periódicos, “Si son realistas deben evitar una vana competencia con la televisión; en lugar de eso, deben inspirarse en ese medio para trasladar a sus periódicos las ideas que puedan adaptarse con éxito”.
Como tendencia a futuro, creo que el diario Perfil ha lanzado un suplemento muy interesante: Texun.
El suplemento propone explícitamente una nueva metodología de lectura, que tiene grandes vinculaciones con Internet y con los programas de hipertexto. Definido como periodismo conceptual, enumera los siguientes objetivos respecto a la minimización de los costos del lector:
· Costo de lectura
· Costo de recuperación de la información
· Costo de integración conceptual
· Costo de comprensión
Sigo citando:
Metodología base: Aumentar el costo de redacción y bajar los costos del lector sin interferir en la redacción y el estilo periodístico. Ello se consigue superponiendo a la nota la visión de una nueva profesión, propia de la era de la hiperinformación, a la que llamamos Ingeniería Documental, cuya misión es usar las herramientas adecuadas para minimizar los costos del lector.
Creo que hacia esta tendencia va el periodismo impreso.