Entrevista a Eduardo Durruty, secretario general de Clarín entre 1971 y 1976
Sábado a la tarde. Bar de Recoleta. Eduardo Durruty, periodista de 57 años, se presenta amablemente, elige una mesa en el sector fumadores y prende el primero de los muchos cigarrillos que irá consumiendo mientras cuenta su verdad sobre el periodismo porteño en los violentos años de la década del 70.
Su trayectoria indica que su debut periodístico lo hizo en la revista Primera Plana, fundada por Jacobo Timerman en los '60. Luego pasó por Siete Días, fue jefe de prensa del Consejo Nacional de Desarrollo -cuna del alfonsinismo en épocas de Illia- y trabajó como colaborador en la revista Dinámica Rural, hasta que en 1968 entró al suplemento económico de Clarín.
Su ascenso en el diario fue vertiginoso: cuatro años después de su ingreso ya era el Secretario General. Mantuvo el puesto hasta mediados del 76, a pesar de que en abril de ese año había decidido emigrar a los Estados Unidos como corresponsal en Nueva York, "previendo lo que se venía en la Argentina". En el 77 se fue de Clarín y regresó al país como corresponsal de la agencia United Press, accediendo así a una cierta inmunidad. Hoy, sin ejercer el periodismo desde hace casi 10 años y dedicado al asesoramiento de políticos, dice no tener problema en hablar del comportamiento del periodismo durante los años del Proceso, actualmente muy cuestionado desde los ámbitos académicos.
“Un diario desarrollista”
- ¿Qué era Clarín hacia comienzos de los 70?
- En 1968-69, el matutino de mayor tirada era Clarín, con 320.000 ejemplares los días de semana y 500.000 los domingos. La Razón, vespertino, tiraba entre las dos ediciones casi 500.000 ejemplares, pero no eran competencia. Clarín ya había acaparado todo el mercado de avisos clasificados, lo que le daba fuerza en su tirada y mayor porcentaje de centímetros de avisos en sus páginas. Como matutino era el principal: había superado largamente a La Nación y La Prensa seguía débil.
- ¿Qué implicancias trajo la muerte de Noble en enero de 1969?
- Muerto Noble, se produce una lucha por el poder, porque él no sólo era el dueño, sino que era un director-propietario a la vieja usanza. La lucha fue decantando y definió dos grupos. Por un lado, el grupo Werthein -del Banco Mercantil- que era fuerte acreedor del diario, estaba vinculado a su estructura administrativa y tenía ramificaciones políticas con una línea del radicalismo: Por otro lado estaban los desarrollistas, con Frondizi y Frigerio, infiltrados de alguna manera en la redacción, aunque Noble era desarrollista, así que era una infiltración convenida, en la que participaban algunos desarrollistas como Oscar Camilión y la gente de la sección economía. Este último sector desarrollista fue el que se impuso en la lucha.
- ¿La herencia de Noble fue una cuestión problemática dentro del diario?
-Por supuesto que fue un problema: él se había casado hacía poco con Ernestina, pero tenía una hija de una unión que nunca se había convalidado en la Argentina, porque Guadalupe, que era su mujer, era casada y como acá no había divorcio no se habían podido casar. Por lo tanto, para la ley argentina, Lupita (su hija) era una hija natural y la otra mujer no tuvo los derechos de Ernestina, que fue en efecto la única esposa de Noble. El testamento de Noble determinó que el 99% de las acciones del diario pasaran a poder de Ernestina, sin derecho a venderlas ni cederlas, y al mismo tiempo el 25% de todo su patrimonio había que dárselo a Lupita, su hija. Pero ocurría que si se le daba ese 25%, habría que darle parte del diario, entonces salieron a buscar guita para poder juntar ese 25%. Mientras tanto se producía ese tira y afloje, que terminó con la inclinación de la viuda de Noble hacia el desarrollismo.
- ¿Qué tanto afectó la política desarrollista en la producción de las noticias?
- Bueno... mucho. Porque Noble era desarrollista. Es más, siempre discutía con Frigerio y Frondizi porque él se consideraba el inventor del desarrollismo. La bajada de línea era clara, Clarín estuvo muy inclinado hacia esa orientación. Hasta el año 82-83 en que se produjo la ida de los desarrollistas. Igualmente, hoy mismo, la tendencia del diario es hacia el desarrollismo, pero en un contexto distinto, un desarrollismo moderno, globalizado, que desecha ciertas ideas del pasado, como la participación del Estado en la economía. Hacia fines del 71 Oscar Camilión pasó a tener funciones ejecutivas y la subdirección de Camino dejó de tener su importancia anterior. Camilión también fue nombrado administrador del diario y el grupo vinculado a Werthein sale de Clarín, una vez que se les pagó su parte de la deuda. Fue Camilión quien trajo a Magnetto y a un grupo de desarrollistas muy jóvenes que asumieron funciones gerenciales y que empezaron a ejercer con cierta independencia cuando Camilión se retiró del diario a fines del 72.
- ¿Usted estaba dentro del grupo desarrollista?
- No. Pero era amigo de Camilión y de Octavio Frigerio, quien con la salida de Camilión se convirtió en jefe de redacción y yo en secretario general.
- ¿Cuál fue la vinculación del desarrollismo con el peronismo?
- El desarrollismo había formado parte del Frejuli en el 73, en la elección de Cámpora y en la elección de Perón. El Frejuli era un frente multipartidario; luego de las elecciones diez o doce desarrollistas entraron como diputados y formaron su bloque aparte en la Cámara. Ellos eran aliados críticos, pero dentro de esa alianza crítica un día le metieron bombas al diario... Era un época muy jodida. En el medio funcionaba el ERP, el ERP22 y Montoneros.
“Una época de tiros”
- ¿Quién le puso las bombas al diario?
- Gente de la derecha del peronismo, concretamente gente de Rucchi. Tiraron bombas incendiarias y quemaron medio diario. Aquel día no me lo olvido más porque fue el mismo en que voltearon a Salvador Allende en Chile, el 11 de septiembre de 1973, y recuerdo que había que decidir qué era más importante: la caída de Allende o el ataque a Clarín. Bueno, finalmente le dimos prioridad a la caída de Allende, que fue una honestidad periodística. En esa época Lastiri era presidente y de un grupo de tipos que venían caminando por Piedras se desprendieron varios y entraron a tirar molotov mientras gritaban “viva Rucchi”. Fue una cosa orquestada por la CGT y la UOM, que en ese momento eran la derecha del peronismo pero no tenían nada que ver con la triple A.
- ¿Por qué pusieron las bombas?
- Esas bombas fueron la reacción a la publicación ese día de unas proclamas del ERP22 que había secuestrado al apoderado general de Clarín y que como rescate pedía la publicación de las proclamas. El episodio fue así: el apoderado general de Clarín era Bernardo Sofovich -tío de los hermanos Sofovich conocidos- que también era desarrollista. Él era muy amigo mío, un hombre de 50 y pico, yo tenía unos 30 años. Cuando estaba saliendo de su quinta en Don Torcuato, donde había pasado el fin de semana, se lo chuparon. Esa misma noche, domingo a las 22 horas, el ERP 22 manda un comunicado diciendo que lo tienen secuestrado y da las condiciones que había que cumplir para que lo liberaran. A las 12 de la noche me avisaron y a las 3 de la mañana ya sabíamos cuáles eran las condiciones: que al día siguiente, en la edición del martes, se publicara en primera página una proclama donde explicaban su reciente separación del ERP. Ellos pedían exactamente la mitad de la tapa con un texto, la página 17 entera con otro texto, y en la central, que era la página fuerte de política en esa época, otro texto. Eran 3 documentos. Pero estaba prohibido publicar esas cosas. No se hizo la denuncia del secuestro a la policía y decidimos publicarlo. A las 20 horas del lunes recibí todo de un enviado del ERP y fui haciendo armar de a párrafos -en esa época se armaba en plomo, en linotipo- y en ramas diferentes para que los gráficos no se dieran cuenta de lo que se estaba publicando. Claro, la tapa que les estaba proponiendo era un disparate; yo lo único que necesitaba era sacar 10 ejemplares, levantar eso y que saliera el diario normal. Con eso era suficiente. A las 12 de la noche se cerraron las puertas del diario, se cortaron los teléfonos y toda comunicación externa. Cambié el diario, lo hice imprimir y salió. A las 4 de la mañana lo liberaron a Sofovich, pero a las 12 del mediodía, pasó el grupo este e incendió el diario. Es un cuento muy divertido...
- ¿Cómo describiría esa época?
- Era una época de tiros. La realidad era que tiraban de todos lados. A Clarín lo llamaban -no te exagero- cada dos días, con un mensaje que te decía “hay un sobre en el baño de la pizzería piruli en Constitución”, entonces mandábamos un tipo que lo buscaba. Por lo general eran baños muy antiguos, tenían esos tanques de agua con cadena y el sobre estaba arriba. Llegaba al diario, lo abría y estaba el documento de identidad de un tipo que habían matado hacía un rato... Así, por ejemplo, me llegó el documento de Julio Troxler, muerto por la triple A. Él era un peronista de izquierda, que había sido uno de los dos o tres sobrevivientes de la Operación Masacre de Walsh. Tenía un tiro en la cara y le habían hecho mil operaciones... Cuando Bidegain subió como gobernador en la provincia de Buenos Aires, con Cámpora presidente, el gobernador nombró a Troxler subjefe de policía. Julio duró lo que duró Cámpora y al primero que rajaron fue a él, porque era de izquierda. Entonces empezó a roscar contra la derecha del peronismo. Un día lo secuestraron y lo mataron en Barracas, en una calle que da a un terraplén del ferrocarril. Eso pasó al mediodía o a las 3 de la tarde, y Clarín mandó a alguien a cubrir la nota. El periodista le preguntó a los vecinos y le dijeron que habían sido tres tipos en un Peugeot 404 negro. Durante la tarde reconocieron el cadáver y a las 22 horas llamaron de la Pizzería diciendo que había aparecido un sobre, con el documento de Troxler –que en realidad era una credencial para entrar a Gaspar Campos, la primera residencia de Perón- y un mensaje de la triple A que decía que se habían encargado de Julio. Pero en esa época, había un decreto que prohibía hacer referencia a hechos de terrorismo; o sea que yo podía publicar “mataron a Julio Troxler” y no decir nada más, pero si yo publicaba la foto de la credencial y decía que la triple A se lo había cargado, me podían meter en cana. Estamos hablando de fines del año 1973. Ese decreto existía desde el gobierno militar de Lanusse y posteriormente lo pusieron en práctica cuando lo echaron a Cámpora, o sea que seguramente fue con el gobierno de Lastiri. El decreto no te permitía decir quién se atribuía un determinado atentado, ni podías reproducir texto alguno de ningún grupo extremista. O sea, la triple A mandaba cada dos por tres una lista de los próximos cinco que iban a matar. No lo podías publicar, lo que sí podías hacer era llamarlos por teléfono y decirles que se las tomaran, otra cosa no podías hacer.
- ¿Ya había desapariciones?
- No, la gente empieza a desaparecer después del 24 de marzo del ‘76. No hay desaparecidos anteriormente; si había secuestrados y muertos, crímenes políticos. Por ejemplo, yo tenía un redactor, Barrasa, en política, lo chuparon y lo mataron, y apareció su cadáver en el Riachuelo. Eso fue antes del 24 de marzo del 76. Poné un límite, después de esa fecha, podés hablar de desaparecidos. Antes no, antes era una violencia terrible, había muertos todos los días, pero no desaparecidos.
“Autocensura absoluta”
- ¿Cómo fue el quiebre dentro del trabajo periodístico a partir de esa fecha?
- Fue un quiebre en el sentido más tremendo... una autocensura absoluta. En una escala de 1 a 10 antes había una autocensura de 5 y después pasó a ser 10.
- ¿Qué posición adoptó la prensa gráfica frente al golpe?
- Los diarios primero lo aplaudieron a lo loco. No es que no se animaron a criticarlo, es que ninguno estuvo verdaderamente en contra del golpe; estaban todos a favor. Al poco tiempo, lo que sí hizo Clarín fue cuestionar la línea económica del gobierno militar, pero la línea política, que tenía como objetivo exterminar la política formal y que incluía la política antisubversiva, fue apoyada no sólo por Clarín, sino por todos los diarios
- ¿Se publicaban listas de pedidos de hábeas corpus?
- Sí, se publicaban.
- ¿Se sobreentendía que esos eran los nombres de los desaparecidos?
- No, nada se sobreentendía. Esa es una mentira que se cuenta ahora. Pero mirá, al principio no se publicaba ni siquiera que se había presentado un hábeas corpus por nadie. Es más, en Clarín había autocensura y había un censor informal, el contraalmirante Montemayor, que se pasó como 20 días yendo al diario a las 20 horas. Entonces había muchas cosas que no se publicaban.
- ¿Cómo funcionaba ese mecanismo extraño de censuras y autocensuras?
- A partir de agosto del 75, las tres fuerzas, por separado -porque cada una tenía un proyecto político distinto y se debatían en una interna-, empezaron a hacer contactos con los tipos que manejaban los diarios. En el caso de Clarín conmigo y con algún otro.
- ¿Cómo eran las reuniones? ¿Los militares iban al diario?
- No, no. Te llamaban por teléfono y te decían “hola, que tal, yo soy tal, quisiera invitarlo a almorzar”. En el caso del Ejército el contacto lo hizo el coronel Cúneo, que era la mano derecha del general Viola, jefe del Estado Mayor, el segundo después de Videla. Este Cúneo me invitó a almorzar a través de López Recalde, un periodista de política de Clarín. Lo mismo le pasaba a Escribano de La Nación y a otros. En realidad, se sigue usando ese mecanismo. En esas conversaciones vos te dabas cuenta de que los tipos te sondeaban, a ver qué opinabas del gobierno, de la posibilidad de que acá se fuera todo al tacho... Había que estar en ese período del '75, cuando tiros había por todos lados y había un desbarranque absoluto del gobierno, que no existía. Isabel era un desastre, a López Rega lo habían echado, estaba el Rodrigazo.
- ¿Los militares también estaban confundidos, tenían idea de qué hacer?
- Los militares no tenían la menor idea de nada. Mirá, a mi me invitaban a comer Viola, Cúneo. Además la Marina usaba a dos tipos, dos capitanes de navío que después fueron almirantes, uno era Buser, que fue el tipo que desembarcó en Malvinas y el otro era Balota. Yo me había separado de mi mujer, y vivía en los departamentos del Alvear, entonces con Viola almorzaba abajo, en el Alvear; con estos almorzaba en Swizer y en el caso de Aeronáutica me reunía con un comodoro o brigadier, Lamidoso, que era el secretario general de la Fuerza y con el comodoro Coria o Pando.
- ¿Estas reuniones las hacían con todos los medios?
- Sí, con todos. Hoy almorzaban conmigo, mañana con los tipos de La Nación... Eran totalmente informales, reuniones amenas. Viola te contaba, por ejemplo, que era amigo del gobernador de la provincia de Buenos Aires... Se hablaba de caballos de carrera...
- ¿Usted no intuía un proyecto político detrás?
- Lo sabías perfecto: no tenían proyecto político, no sabían qué hacer. Ellos tanteaban. Eso mismo hacían con los políticos. Por un lado te tiraban algún dato, o sea, no un dato “acá íbamos a hacer tal cosa” sino “acá todo se está pudriendo, la reacción va a ser terrible”. Es más, mi impresión hasta diciembre de 1975 es que no tenían, voy a decirlo claramente, no tenían la más puta idea de qué podían hacer ni cómo hacerlo.
- ¿Y después?
- Yo creo que los tipos desarrollaron el proyecto después del levantamiento de una parte de la Aeronáutica de diciembre del 75, cuando el brigadier Capelini levantó un sector de aeronáutica y tomó aeroparque con una bandera muy nacionalista, mucho más de derecha que la derecha. Ahí se dieron cuenta de que se iba todo a la mierda, porque fue un levantamiento para voltear al comandante en jefe de Aeronáutica, no para voltear al gobierno. Entonces los tipos vieron que a cada comandante se le iba a ir de las manos su fuerza. Tras cartón, arreglan ese conflicto interno y el ERP se manda el ataque al arsenal Viejobueno, que fue una masacre terrible, mataron como a 500 tipos en un combate. El ERP mandó toda la gente que tenía. Tiraban con tanques, con helicópteros, parecía Vietnam. Entonces, estos dos sucesos creo que llevaron a los tipos a planificar seriamente la volteada de Isabel y la represión.
- ¿Cómo eran las reuniones después del golpe?
- A partir del 24 de marzo, una vez que más o menos los tipos se organizaron, los viernes a las 17 horas en punto, el general Bignone, que era secretario general del Ejército, recibía en una sala enorme a cada uno de los responsables de la sección política de cada diario y a los directores y responsables de la sección política de las agencias noticiosas Télam y las extranjeras. Se sentaban todos a tomar el té y el general Bignone les bajaba línea sobre la opinión del Ejército sobre las decisiones que tomaba Martínez de Hoz en política económica, y los periodistas, que tenían que escribir la columna política el domingo, escribían en función de esa bajada de línea. Eso mismo pasaba con la Marina los miércoles a la hora del almuerzo, con la Aeronáutica los jueves a las 20 horas. Así se bajaba línea a los columnistas y a los tipos de televisión también, como por ejemplo Villarroel, que iban ahí a escuchar cuál era la opinión de cada fuerza. Por eso, todos estos democráticos que salieron después, que dijeron que lucharon contra la dictadura, iban a escuchar lo que les decían y hablaban en función de eso.
- ¿Los guerrilleros también se reunían con los medios?
- Y... sí. Muchos habían sido compañeros de colegio, otros de la facultad o amigos... es distinto que con los militares, ahí vos tenés otro tipo de relación. Podés estar de acuerdo o no; yo era un crítico de la profundización de la estrategia guerrillera, porque me parecía un disparate. En cuanto reaccionaran les iba a pasar lo que pasó, que no les sucedió a los jefes, sino a los militantes-combatientes. Porque los que murieron, está mal decirlo, pero fueron los perejiles.
- ¿Las charlas con los militares continuaron después del golpe?
- No, yo dejé de tenerlas a mediados de diciembre del 75. Yo me fui de vacaciones a Europa para poner distancia a esto que venía.
- ¿Cómo cree que se veía en Europa lo que pasaba acá?
- En Europa estaban desesperados también porque se terminara esto. No es que estaban a favor del golpe militar, estaban a favor de terminar con la anarquía absoluta que había.
- ¿O sea que la política ya había desaparecido desde antes del golpe?
- Totalmente, el año 75 no fue un año donde hubo política. Estaba la formalidad de la política, el Congreso, etcétera, pero los políticos fueron un fracaso. Los grandes culpables de lo que pasó, de todo lo que sucedió, de la aparición de la guerrilla y de la aparición de los militares fueron los políticos. Esto es lo que a uno le da bronca, que la clase política argentina, la clase político-empresaria, es decir las clases dirigentes civiles son las culpables de los que pasó.
- ¿Había alguna libertad para informar sobre la interna entre las tres fuerzas?
- ¡Estás loco vos! Si un diario llegaba a decir que Massera se oponía al proyecto de Videla para construir un monumento cualquiera, ¡te cagaban a sopapos! Eso era más terrible que lo de los guerrilleros: desnudar la interna y las peleas.
- Dentro de la redacción, ¿había periodistas que querían publicar y otros que no? ¿Había pujas por eso?
- No, no. El tipo que quería publicar algo y no se lo publicaban era un loco. Porque si lo decía le daban un cachetazo.
- En el caso de la aparición de los 30 cadáveres dinamitados en Pilar como represalia por el asesinato del general Actis ocurrido el día anterior, Clarín publicó ambas notas una al lado de la otra en las páginas 2 y 3. ¿Se hizo por orden de algún militar?
- No eso fue una casualidad. No había ninguna estrategia, al contrario, se cuidaba que esas cosas no dieran lugar a suspicacias. Se transcribían comunicados textualmente para evitar cualquier tipo de problemas y en la mayoría de los casos se usaba el condicional, porque nada era seguro. El condicional se usaba mucho; salvo que fuese un informe oficial, todo era condicional.
“Los empresarios periodísticos y los periodistas hicieron lo que se llama concesión a la práctica”.
- ¿Cuál era la posición que adoptaron las empresas?
- Las empresas periodísticas adoptaron una posición: el apoyo al proceso de exterminio de la guerrilla. Los empresarios periodísticos y los periodistas hicieron lo que se llama concesión a la práctica. La realidad era que te tenías que hacer el burro aunque vieras que estaban chupando un tipo, aunque en realidad eso no se veía.
- ¿Cuál fue la posición de Timerman en La Opinión?
- Él apoyó absolutamente el golpe. La primera vez que el diario La Opinión hace una alusión a supuestas desapariciones fue cuando lo secuestraron a Jara, que era subdirector de La Opinión, dos días antes de que a Timerman lo chuparan de las pestañas y se armara todo el despelote. Hasta ese momento La Opinión nunca publicó una línea, porque Timerman lo que trataba era de salvar su relación con Graiver, su relación con Gelbard, el origen espúreo del diario La Opinión y del negocio de Papel Prensa. Pero Timerman nunca hizo nada. A Timerman lo torturaron, le hicieron de todo, eso es absolutamente cierto. Pero fue víctima después, no antes. Las empresas, en general, fueron indiferentes a la forma en que se hizo, sino algún empresario periodístico lo hubiera denunciado. Ninguno lo denunció, ni siquiera Robert Cox. Él lo que hacía era publicar los habeas corpus que se pedían, pero no decía “mataron a tal o a cual”.
- Pero sí publicó que había muerto Walsh.
- Publicaron que había muerto en un enfrentamiento, pero también se publicó en otros diarios. Se publicó “apareció muerto Rodolfo Walsh” y nada más. Ninguno publicó absolutamente nada, revisen, no van a encontrar nada, porque fue una decisión de las empresas periodísticas, compartida por la mayoría de los periodistas. Lo que compartían los periodistas era la decisión de tratar de sobrevivir. Es decir, no era una guerra que involucraba a todos, yo no me sentía involucrado en la guerra que hacían los Montoneros contra los militares y tampoco con la de los militares contra los Montoneros. Es decir, 30 millones de tipos no se sintieron involucrados, era una guerra loca. Lo que sí es cierto es que desapareció mucha gente que no tenía nada que ver, que quizás sólo tenía algún tipo de relación circunstancial con los protagonistas.
- ¿Y esas desapariciones se conocían?
- Sí, se conocían. Yo creo que se conocían.
- ¿Y cómo lo explicaban los periodistas?
- En general se explicaba como que en una guerra siempre mueren inocentes. Es decir, habría que haber vivido eso para poder comprender cuál fue el comportamiento de la prensa.
- ¿Los operativos de la ESMA eran conocidos por el periodismo?
- No. La ESMA como figura emblemática se hace conocida después de Malvinas. En cambio, en el exterior la primera gran denuncia que se hizo fue en el 81, pero no tuvo ninguna repercusión. Se hizo en Francia por algunas mujeres que habían estado secuestradas allí y en Europa, hicieron una denuncia formal en la Asamblea Formal.
Inmunidad norteamericana
- En el 77 usted ya trajabaja como corresponsal para la United Press. ¿Estaba en las mismas condiciones que los periodistas argentinos?
- No. Yo tenía cierta inmunidad porque era corresponsal norteamericano, no argentino. Eso era una garantía... Yo mandaba cualquier cosa, porque sobre mí y sobre los otros corresponsales no podían hacer nada.
- Usted como corresponsal ¿tuvo algún problema con los militares por su actividad periodística?
- Una vez estando en París con la United Press, el 13 de abril de 1978, antes del campeonato mundial, me encontré con un tipo amigo que había sido vocero de Montoneros y a quien yo había sacado de la Argentina, que me cuenta que Massera andaba por allá y que llegaba a París de verse en Barcelona con la cúpula de Montoneros: Firmenich, Perdía, Vaca Narvaja. Lo voy a buscar y lo encuentro a Massera viajando de París a Río de Janeiro. Después de un rato largo consigo hablar desde mi hotel y me mandan a decir que me espera en el salón VIP del aeropuerto Charles De Gaulle, una hora antes de la salida del vuelo. Massera ya se estaba por retirar, se fue del comando en septiempbre del 78, después del mundial, y me contó que en la última reunión de junta que habían tenido antes de su viaje, la Marina había planteado que se dieran a conocer las listas de muertos que tenía cada fuerza, es decir, los tipos que se habían chupado y que habían matado. Pero me dijo que Ejército y Fuerza Aérea lo habían impedido. Entonces me senté en un teletipo de la United Press de París, redacté la historia y la mandé a Nueva York. Se publicó en todos los diarios de América, con mi nombre, firmado. No lo publicó ningún diario argentino y ningún diario uruguayo pudo entrar al país. Cuando llegué a Buenos Aires, y antes de llegar a mi casa desde Ezeiza, ya me estaban llamando para que me presentara en la Presidencia donde me quería ver un comodoro, que era el subsecretario de difusión o información pública. Y era para putearme por lo que había publicado, entonces yo le dije “mire, ¡me lo contó Massera, vaya a putearlo a él!”. Los militares secuestraron todos los diarios que venían desde Uruguay -El Día, La Mañana-. Ahí te das cuenta la inmunidad que a mi me daba mi relación con la United Press.
- ¿Entonces usted pudo publicar lo que quiso?
- Sí, pero para afuera. Para el extranjero vos podías publicar lo que querías, pero los diarios argentinos no lo publicaban. Además había una prohibición, que ya no existe, disfrazada de medida empresaria para defender las agencias nacionales, que prohibía la publicación de cables de información nacional provenientes de agencias extranjeras.
- ¿O sea que usted escribió sobre desapariciones para la United Press?
- El conocimiento de las desapariciones fue posterior. La desaparición en sí no existía; había secuestrados... es decir, el término desaparecidos es muy posterior a la ida de los militares.
- ¿No apareció hacia 1978-79?
- No. El término desaparecidos aparece después de Malvinas.
- Pero el Herald incluyó el término hacia el 78-79.
- Porque es una traducción de secuestro, ojo. Acá había secuestrados. Para los diarios, los tipos que desaparecían eran secuestrados. Pero no era un eufemismo o una manera de disimular, era porque efectivamente había secuestros. Toda la primera parte de la década del 70 fue una epoca de secuestros: la izquierda, los chorros, te secuestraban para pedirle dos pesos a tu madre, entonces el secuestro se había convertido en una cosa “normal”. El término desaparecidos se generaliza después de Malvinas, no antes.
“ANCLA sólo contaba las acciones de la guerrilla”
- ¿Se recibían cables de ANCLA?
- No. ANCLA era un boletín que, después de Walsh, lo siguió haciendo un amigo mío, Luis Guagnini. Era un boletín mimeografeado, que circulaba, bueno, te llegaba uno cada tanto. Por lo general sólo contaba las acciones de la guerrilla. Es que había dos o tres boletines: Estrella Roja del ERP, había otro del ERP22 -estaban diezmados, así que serían cuatro tipos- y también estaba ANCLA, que tenía nombre de agencia de noticias, pero eran cinco hojas que las sacaban cuando podían. Era muy jodido hacerlo circular. En las redacciones lo leían y lo tiraban. A mi me llegaba a la United Press y lo leía con un interés bárbaro.
- ¿ANCLA no informaba sobre las desapariciones y las torturas?
- No. Ellos informaban sobre sus acciones. Eran nada más que informes sobre “le rompimos el traste a tal empresario”, “pum, le metimos una bomba al taller Pinguli”, "en la casa de tal capitán tiraron 3 tiros”.
- Pero Walsh había publicado la historia de la guerra sucia en la Argentina.
- ¿Cuándo? Yo no me enteré, nunca se difundió ni se editó. Eso era imposible. Se pudieron haber hecho unas copias. De todos modos yo en esa época no estaba en Buenos Aires pero hubiese tenido noticias de que existió.
- ¿No podía publicar esos boletines para el exterior?
- Es que no les interesaba, porque decían [los cables de ANCLA] que “la columna norte de montoneros le puso una bomba a xx” y al exterior ¿qué le importaba?. Entonces ni siquiera salía la noticia.
- ¿El caso de los 30 cadáveres dinamitados tampoco interesó en los Estados Unidos?
- Sí, eso yo lo vi publicado en el New York Times y se presentaba como un hecho misterioso. Era como la versión nacional.
- ¿No les importaba investigar la noticia?
- No les importaba nada. Es como si hoy aparecen 30 muertos en Colombia. Se publica, porque después de lo que pasó en la Argentina la prensa tiene más sensibilidad, pero en el mundo no le dan ni bola.
- ¿Pero no estaba en vigencia la Doctrina de Seguridad Nacional?
- Pero eso en la gente de Estados Unidos no existe, no tenían la menor idea de lo que pasaba abajo de México... Esto hace 20 años, ahora más o menos, con la televisión, se enteraron de que al sur hay un resto de mundo.
“Paranoia de los militares”
- ¿Y los argentinos que estaban residiendo allá?
- Eran totalmente pro militares. Es que los tipos que se van a laburar a Estados Unidos cambian la mentalidad: quieren orden, seguridad.
- ¿Qué fue exactamente la campaña anti argentina?
- La campana anti argentina fue una paranoia de los militares. De vez en cuando se publicaba alguna nota en algún diario del extranjero pero en realidad fue un invento de los militares. Se hablaba de campaña anti argentina porque la cúpula de los Montoneros se había instalado en Europa, y tenía buenos contactos con algunos políticos argentinos exiliados. Uno de estos políticos era Solari Yrigoyen, quien tenía muy buenas conexiones en París y de vez en cuando conseguía que se publicaran algunas cosas sobre Argentina, no sobre los desaparecidos sino sobre lo hijos de puta que eran los militares. Eso fue la campaña anti argentina: una paranoia de los militares. Tan paranoicos que se les ocurría montar un centro piloto en París para que hiciera gacetillas para que los diarios de allí publicaran las grandes cosas que hacía el gobierno argentino.
- ¿Cómo fue esto del centro piloto?
- Los marinos manejaban el ministerio de relaciones exteriores, entonces, hacia la época del mundial, inventaron un centro piloto argentino en París, una oficina de prensa que tenía como propósito contrarrestar la campaña anti argentina que había en los medios políticos europeos. Entonces acá se empezaron a pelear Magdalena Ruiz Guiñazú (que estaba de novio con el General Corbetta), Sergio Villarroel y Alfredo Bufano (quien ganó la pelea) para ser directores del centro en cuestión.
“Comportamiento absolutamente anormal del periodismo”
- ¿Cómo armaba Joaquín Morales Solá su columna dominical de política?
- La columna se componía de la opinión del Ejército, de la opinión de la Marina, de la opinión de la Aeronáutica y de la opinión de los desarrollistas, todo mezclado, esa era la columna, que era crítica de la gestión económica del gobierno militar. Si ustedes se tomasen el trabajo de leer las 300 ó 400 notas se van a dar cuenta que nunca se hizo cuestión en esa columna a la guerra antisubversiva. Estoy hablando de los primeros 5 años, el quiebre posterior se da en el 80-81, cuando sube Viola.
- ¿Había alguna otra columna de opinión en el diario?
- La columna de opinión era la de Morales Solá, esa era la oficial, después la opinión del diario siempre fue el editorial sin firma. También se firmaban otras notas en política, pero no notas de opinión.
- Esa columna identificaba la violencia siempre del lado de los subversivos.
- Y claro, la violencia era la que atacaba las instituciones. ¿Qué son las instituciones? Son la Constitución y en ella están las fuerzas armadas.
- Notamos que las notas se armaban a partir de los comunicados oficiales. Clarín no mandaba a ningún periodista a cubrir lo que pasaba.
- Seguro y se los digo de una forma medio brutal para ustedes: reventaban a 30 tipos en Pilar y a la media hora hoy habría cámaras de televisión y al menos 10 cronistas de revistas y diarios. En aquella época no iba nadie, entonces vos tenías que esperar que llegara el comunicado, ¡para qué ibas a ir!, ¿ibas a mandar a un fotógrafo?. Hubo un comportamiento absolutamente anormal del periodismo. Todos los tipos que hablan ahora son los mismos que hicieron eso, que cumplieron esa función como periodistas.
El origen del “modelo Cytrynblum”
- Ahora, al mismo tiempo que Clarín rompía su contrato con el lector al no contarle lo que sucedía, lo engañaba fingiendo objetividad y verdad.
- Claro, Clarín rompió ese contrato.
- Y sin embargo subieron sus ventas.
- Pero ocurre que Clarín vendía campeonato de fútbol, vendía Reutemann, pasaban otras cosas, y la gente compraba otras cosas. Porque si el diario te daba esa información parcializada, condicionada absolutamente, y además la gente decía: “bueno, vinieron los militares y esto está más tranquilo, ya puedo salir de noche”... entonces ¿qué hizo Marcos Cytrynblum?, que estuvo al frente del diario a partir de que yo me fui, bajó la línea primero de los desarrollistas y después de Magnetto: empezó a vender otras cosas, espectáculos, fútbol.
- O sea que ese es para usted el origen del “modelo Cytrynblum”.
- Claro, el negocio periodístico era hablar de otra cosa, no de política. La realidad era que la gente no sabía lo que pasaba, porque no se la informaba y porque no tenía ganas de saber. Lo que a la gente le daba miedo era que le pusieran una bomba, porque en esa represión terrible nunca hubo soldados por la calle tirando tiros; eran hechos puntuales: iban, se chupaban a 15 tipos, se los llevaban y los mataban o los metían en cana.
“¡El negocio de Papel Prensa fue la cosa más tramposa que se hizo en el mundo!“
- Usted dijo que los empresarios periodísticos le brindaron apoyo al gobierno militar, ¿influyó el negocio de Papel Prensa para que ciertos empresarios periodísticos brindaran aún más apoyo?
- No. El negocio de Papel Prensa apareció después del 24 de marzo, luego de la muerte de Graiver que fue en agosto del 76. Es muy complejo explicarlo, pero la cosa fue más o menos así: se muere Graiver, que empezaba a ser cuestionado porque manejaba 18 millones de dólares de los Montoneros. Entonces en el momento de su muerte empieza a aparecer esa mezcla, en la que también estaba metido José Gelbard y en la que lo involucraron a Timerman, porque La Opinión era de Graiver, Timerman y Gelbard. Por eso lo meten en cana a Timerman, por el problema Graiver, no porque haya hecho la defensa de la libertad de prensa.
- Bueno, pero sigamos con Papel Prensa.
- Graiver era el dueño de las acciones de Papel Prensa. Luego de su muerte encontré esas acciones en Nueva York. La cosa había sido así: Graiver quería comprar un banquito en Nueva York, entonces como garantía de su oferta había depositado unos 10 millones de dólares en la Reserva Federal de Nueva York, que se componían de las acciones de Papel Prensa, las acciones del Banco de La Plata que era propiedad del padre, las acciones de las Galerías Río de la Plata, las acciones que tenía Martínez Segovia -que era socio de Martinez de Hoz- y un montón de valores, que tenían que estar ahí en caución durante un año hasta que demostrara que su grupo sabía manejar el banco, que era honesto. Entonces muere Graiver y hubo que salir a buscar las acciones de Papel Prensa. Pero en realidad, Papel Prensa no existía todavía, era una obra en construcción, entonces el Estado iba a tener que hacer algo con esa empresa. Los diarios La Nación, Clarín y La Razón salieron corriendo a negociar con los militares, a ver si ellos podían comprar esas acciones. Necesitaban la autorización para comprarlas, porque las acciones eran de la viuda de Graiver, Lidia Papaleo. Ahí empezaron una serie de tiras y aflojes, porque los marinos querían que esas acciones las compraran todos los diarios del país y los aeronautas querían que participara La Prensa. Es decir, empieza una interna militar y triunfa la posición del Ejército que era la posición de Martinez de Hoz. Ahí se ve el peso que tenían los civiles en la parte económica del gobierno. Las tratativas de esos 3 diarios con el gobierno se hicieron “por abajo”, ¡el negocio de Papel Prensa fue la cosa más tramposa que se hizo en el mundo!
- ¿No cree entonces que sí fue una forma indirecta de presión?
- Es que todos los medios tenían relaciones con los militares. No es que Clarín se hacía el boludo con los desaparecidos para quedarse con Papel Prensa. Ya se había hecho el boludo con los desaparecidos. En realidad todos los diarios tenían la posibilidad, pasa que estos se avivaron. Los desarrollistas eran más rápidos Porque Magnetto no hizo el negocio, lo hicieron Frigerio y Frondizi, Mitre. El negocio lo hicieron los políticos que estaban vinculados a cada diario.
“O eras militante o eras hipócrita. La prensa fue hipócrita y a los militantes los mataron’
- ¿Por qué se fue de Clarín?
- Porque me peleé con Magnetto y con Octavio Frigerio.
- ¿Por qué motivo?
- No me acuerdo... por una cuestión de guita, creo. Realmente por una cuestión de guita. No me quisieron pagar una plata, entonces me enojé. No era por cuestiones políticas, ni por cuestiones de gobierno.
- ¿Por qué se fue como corresponsal a Estados Unidos?
- Para poner distancia de la Argentina, porque yo sabía lo que iba a pasar.
- ¿Tenía miedo por su familia o su seguridad personal?
- No, no. Yo iba a correr los mismos riesgos que corría cualquier tipo. No me iban a acusar de nada. No había hecho nada que pudiera molestar a los militares. Les mentiría si les dijera que sí, y en realidad era el caso de la mayor parte de los periodistas.
- Pero hubo muchos periodistas desaparecidos.
- Sí, es cierto, desaparecieron muchos, y amigos míos. Pero cuando desaparece Luis Guagnini, por ejemplo, a quien yo quería mucho, Luis estaba trabajando de montonero... es decir, estaba jugado, y cuando vos te jugás, te jugás. No estoy diciendo que estuvo bien que lo hicieran desaparecer. Pero él era un militante, estaba jugado. Un capitán del ejército también estaba jugado. Yo no estaba de acuerdo con ninguno de los dos lados.
- ¿Quién fue valiente en esa época?
- Nadie.
- ¿Walsh no fue valiente?
- Walsh fue militante, Walsh era oficial de Montoneros. ¿Qué querés? La función de Walsh era militar para una causa y escribir para esa causa. Como esa causa estaba enfrentada contra los que mataban, lo mataron. Si vos considerás que dar la vida por una causa es valentía, yo lo acepto. Pero Walsh no hacía periodismo independiente, él informaba a partir de su postura ideológica.
- ¿Y Verbitsky?
- Verbitsky también fue montonero pero no fue valiente. ¿Dónde trabajó Verbitsky en esa época? En ningún lado. Se dedicaba a hacer traducciones.
- En esa época ¿tuvo alguna desilusión con su trabajo de periodista?
- No. Porque como la viví tan de costado, yo no padecí el problema de “pucha, por qué no voy a publicar esto”.
- ¿Conoce a algún periodista que lo haya sufrido?
- No. Ahora son los democráticos.
- Pero el periodismo sabía...
- Sí, el periodismo sabía más que la gente, pero no hablaba.
- ¿Pero se sabía lo que se sabe hoy?
- No, no. Pero además lo que se sabe hoy está deformado. En aquella época sí se podía imaginar, por ejemplo, que la aparición de los 30 cadáveres dinamitados en Pilar un día después del asesinato del general Actis tenía que tener alguna relación. ¿Pero que tenían gente laburando en la ESMA, que cargaban tipos en aviones y los tiraban en el río? Eso no, en esa época no se sabía nada, y hay una cierta exageración. Que tiraron tipos al río no lo dudo, pero que tiraron tres mil... no lo creo.
- ¿Usted cree que el Nunca Más exagera un poco?
- Si. Totalmente. Con el fin de exacerbar la crítica. Acá un dato para examinar lo que pasó antes es saber por qué se hace el análisis de lo que pasó, por qué metieron presos a los militares cuando antes nunca los habían condenado. Eso pasó porque perdieron la guerra de Malvinas, porque Martínez de Hoz hizo un desastre, porque el país entró en un caos absoluto. La metodología del Proceso se cuestiona a partir del desastre de la guerra de Malvinas y de la desilusión de la gente que había vivido el jolgorio del “dame dos” y el dólar barato. Entonces la gente se desilusiona: “esos hijos de puta que nos llevaron a Malvinas, que nos mintieron”.
- ¿Es crítico usted con la prensa en ese período?
- Yo creo que lo de Malvinas es mucho más grave que lo anterior. Porque en Malvinas se demuestra cuál puede haber sido la actitud anterior.
- ¿Cuál fue entonces el rol del periodismo?
- Lamentable.
- ¿Había otra opción?
- Había que dedicarse otra cosa. Era más ético cerrar los diarios que publicar lo que se publicaba. Yo en el año 79 hice un proyecto periodístico. Hice una revista deportiva, una para chicos y desarrollé lo que después terminó siendo Segundamano. ¡Pero mirá si me iba a dedicar a hacer una revista política en ese momento! Si lo hacía iba a ser un mentiroso, un hipócrita; o eras militante o eras hipócrita. La prensa fue hipócrita y a los militantes los mataron.
Repaso del entrevistado
Eduardo Durruty (57) se inició en el periodismo en 1963 como reportero-redactor de política especializado en peronismo en la revista Primera Plana. Luego pasó a Siete Días. Al poco tiempo ocupó la jefatura del Consejo Nacional de Desarrollo y trabajó, entre el 64 y el 66, como conductor de un programa de televisión en canal 7.
En 1967 fue colaborador de la revista Dinámica Rural y luego dirigió revistas de asociaciones, principalmente la de criadores de Aberdeen Angus. En 1968 entró en Clarín como redactor de agropecuarias del suplemento económico. Fue encargado del suplemento Clarín Rural y hacia fines del 71 ya era secretario general del diario.
En abril del 76 decidió, “previendo lo que se venía”, ir a Estados Unidos como corresponsal del diario. Conservó el cargo de secretario general hasta fin de ese año, cuando renunció para mantenerse sólo como corresponsal de Clarín (hasta 1977). A mediados del 77 volvió a Buenos Aires con una corresponsalía norteamericana de la United Press. Trabajó para esta agencia hasta fines del 78. En el 79 hizo la Hoja Deportiva, hasta mediados del 80. En el 81 sacó la revista “Qué”. Después trabajó en El Nacional, diario oficial del desarrollismo.
En el 83 creó una agencia periodística especializada que hacía de corresponsalía de 20 diarios del interior, en la que trabajó hasta 1988. Desde el 88 al 89 trabajó en el proyecto del Heraldo, una publicación vespertina en castellano del Buenos Aires Herald. Luego abrió el Centro de Análisis para la Política Argentina y durante seis años se dedicó a asesorar a políticos. Una vez cerrada esta oficina escribió libros para terceros.