Mis estimados futuros comunicadores:
Me veo obligado a hablarles aquí acerca del rol del comunicador en relación a la sensibilidad y el cuerpo. Ocurre que me enfrento a un problema previo: en realidad no sé muy bien lo que es un comunicador. Para solucionar el problema, en esta ponencia lo consideraré como un periodista o como alguien que se dedica a informar o entretener a través de los medios.
Inmersos en las exigencias propias de la profesión, es muy común que todavía veamos periodistas que se autodefinen como objetivos o como relatores de “la verdad” y de “los hechos”. Comparando a ese periodismo ultra-objetivo con el arte, podríamos decir que se parece mucho a la pintura hiper-realista que se dedica a representar en forma casi exacta a la naturaleza, con la diferencia de que en lugar de la naturaleza, representaría a “la realidad”.
Haciendo un poco de historia, podríamos decir que ese arte hiperrealista cayó en una relativa crisis cuando apareció la fotografía, un descubrimiento técnico que superaba ampliamente la mano del hombre en la representación de la naturaleza. Algo similar ocurrió en el periodismo, cuando a partir de la antropología se empezó a incentivar una forma de elaborar documentales que excluía la mano del experto y hacía que los propios pueblos estudiados pudieran auto-representar su mundo. De esta manera, el periodista dejaba de tener sentido en el documental: a los protagonistas sólo había que enseñarles a usar las cámaras y el resto lo harían sólos.
Así, vemos que en la esencia misma del periodismo está la interpretación de los sucesos o de las personas; de lo contrario bien se podría haber eliminado la mediación del periodista y hacer que los propios protagonistas contaran sus historias. Siguiendo esta línea, Hans-Ulrich Schlumpf -representante del Nuevo Cine Suizo- dijo ya en 1978 que “los documentales son expresión de un encuentro de los cineastas con la realidad”; yo agregaría que todo “producto” periodístico es expresión del encuentro de los periodistas (o la política de un medio) con una situación determinada.
En este particular análisis, la diferencia con el arte estribaría en que mientras este último puede emanciparse completamente de la naturaleza y dedicarse a exteriorizar el mundo interior del artista, por el contrario el periodismo siempre estará ligado a sucesos externos al periodista, por más que este siempre incluya parte de sí mismo.
Habiendo ya aclarado este punto, me dedicaré ahora a la cuestión más importante en la comunicación entre los hombres y que por lo tanto ustedes deberán manejar con precisión: el lenguaje. Al hablar del lenguaje, todo el mundo piensa instantáneamente en la comunicación verbal -por medio de palabras, oraciones, etc. y en forma oral o escrita-, pero pocos toman en cuenta a la comunicación no verbal en sus múltiples variantes.
Evidentemente es imposible controlar totalmente los efectos que provocará un mensaje cuando sea recibido, pero es importante aprender a minimizar el azar y lograr que los mensajes se entiendan tal como uno quiere que suceda.
Partamos de la comunicación no verbal. Generalmente descuidada por los jóvenes periodistas, esta comunicación (que casi siempre va unida a la comunicación verbal) posee una gran importancia, ya que está muy asociada al mito de que los gestos dicen la verdad. Uno puede dudar de las palabras, de lo que alguien dice, pero generalmente uno cree en los gestos ya que están muy asociados a lo inconsciente, a algo que no se puede controlar. Ese mito es muy bien aprovechado por los políticos, por ejemplo en los debates, pero es bastante descuidado por los comunicadores.
De todos modos, y según mi punto de vista, la utilización consciente de los gestos es bastante peligrosa si no se la sabe hacer con naturalidad. Si el espectador se da cuenta de que uno está actuando los gestos, al instante dudará no sólo de ellos sino de todo cuanto diga esa persona. Ahora si la actuación es buena, el efecto será muy fuerte. Un ejemplo de buena actuación es la que realiza Horacio Embón, periodista que ha saltado a la popularidad gracias a su gesticulación en la presentación de las noticias.
Pero si creemos que la comunicación no verbal se agota en el movimiento del cuerpo nos estaríamos equivocando. Siguiendo a Mark Knapp, dentro de ella podemos incluir también las características físicas, el paralenguaje (tono de la voz, ritmo, señales vocales que no son palabras, etc.), la proxémica (las relaciones de distancia comunicacional, la territorialidad), los artefactos (productos de belleza, cirugías estéticas) y los factores del entorno (remiten a la organización del estudio en la TV, el diseño gráfico en una revista, la música de fondo, etc.). Increíblemente todas estas cosas comunican al igual que lo hacen las palabras y por lo tanto será importante para ustedes, futuros comunicadores, aprender a hacer uso de ellas.
Pasemos ahora a la comunicación verbal. A menudo se comenta que un escritor dice lo que su lenguaje quiere. Desde mi punto de vista esto no es tan así. Considero que si uno sabe usar el lenguaje, generalmente es uno el que hace lo que quiere con él. Al igual que el artista, que debe utilizar las formas según sea necesario para sus fines, el comunicador debe utilizar el lenguaje con el mismo propósito. Por lo tanto y para no transformarse en esclavo del lenguaje, es necesario que el comunicador aprenda a utilizar la comunicación verbal (y también la no verbal) en forma adecuada y con fluidez.
Antes de pasar al último tema, quería hacer un breve comentario sobre la influencia que está ejerciendo el campo periodístico -cada vez más sumiso frente a las exigencias del mercado- sobre los comunicadores.
Dentro de los medios, los periodistas están siendo tratados como máquinas productoras de programas o notas y sobre ellos recae fuertemente la exigencia de eficiencia y velocidad con el objeto de reducir costos, aumentar las ventas y competir con los otros medios.
Hace unos días, en un programa de cable escuché la opinión de Perez-Riviere, un español ex-corresponsal de guerra y actualmente escritor, que decía que si en la guerra estallaba una bomba, el periodista lo primero que debía hacer no era ayudar a la gente moribunda, sino que debía filmar o sacar fotos y recién después podía ayudar; de lo contrario, él despediría al que por ayudar primero hubiera conseguido una imagen de peor calidad. Perez-Riviere estaba así priorizando el negocio periodístico por sobre la vida humana, una actitud que yo considero inaceptable. Es ante situaciones como éstas que yo considero que los comunicadores deberían no transar, ser fieles a sus principios y reaccionar todos juntos en repudio, porque antes de ser comunicadores, todos nosotros somos seres humanos de carne y hueso.
Por último quisiera volver a mi primer problema: ¿qué es un comunicador? ¿por qué no lo tengo claro? Creo que aquí se da una disyuntiva entre lo que uno aprende teóricamente y lo que después ve en la práctica. Teóricamente un comunicador debería ser alguien que se dedica más o menos profesionalmente a hacer que hombres que no tienen contacto directo se comuniquen, lo cual implica una bidireccionalidad en los mensajes. Pero en la práctica, no existe un lugar disponible para que una persona ejerza esa función.
Los medios están en su mayoría estructurados de modo unidireccional y existen como simples distribuidores de información y entretenimiento; el doble canal no está presente en el juego mediático mas que en forma de “llamaditos” del público o testeos de mercado. ¿A qué se debe esto?, ¿es por una decisión consciente de los propietarios de los medios o es simplemente causa de un impedimento técnico? Yo creo que hay una mezcla de las dos cosas. Evidentemente es mucho más fácil hacer que uno hable y muchos escuchen, que hacer que muchos hablen frente a muchos escuchas; la limitación técnica está presente.
Pero lo que la técnica no impide es la participación comunitaria de la gente en los medios y es sobre esto que sí ha influido la decisión de los propietarios de los medios para limitar la participación. Históricamente, los medios masivos de comunicación de masas (radio y TV) fueron temidos por los sectores dominantes de la sociedad como instrumentos revolucionarios. De esta manera, en muchos países fueron controlados monopólicamente por el Estado, que impuso reglas claras de cómo utilizarlos. En los países en los que no sucedió así, los medios funcionaron como empresas capitalistas buscadoras de ganancias, por lo que orientaron toda su programación en tal sentido. Dentro de este marco, el rol del comunicador no está presente más que como periodista, locutor, conductor, animador o publicista.
Finalmente, considero que para que podamos ver en la práctica a verdaderos comunicadores primero habría que reformar la estructura de los medios, o lo que es más fácil y menos utópico, crear nuevos medios con una nueva estructura que permita de una vez por todas una comunicación mediática masiva y a la vez bidireccional.